El MILITANTE SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- El conocimiento sobre la vida de nuestros Próceres en general es muy escaso. En el caso del General Manuel Belgrano, tal vez se agote en que fue el creador de la Bandera Argentina, pero no se pida mucho más. Con suerte, las presentes generaciones lo distinguen de Rosas o Perón.
Lacerante realidad porque Manuel Belgrano fue mucho más que el militar de facto, aunque sí lo fue de vocación. Su frase “No es lo mismo vestir el uniforme militar, que serlo”, revela su sentido de patriotismo acendrado ya demostrado durante las Invasiones Inglesas. Ingresar en el universo belgraniano es contemplar la más completa y exquisita literatura política, económica, educativa y social que Prócer alguno haya podido producir.
Porque Manuel Belgrano fue el espíritu más lúcido del siglo XIX, el primer pensador de aquel país todavía ensoñado cuyas líneas directrices formuló con acabada precisión y visión de futuro. El primer educador argentino, el que señaló los rudimentos del cultivo de la tierra y advirtió sobre la importancia de la educación y preparación intelectual de la mujer para que evitar ese destino indiscutido de esposa o el fatídico del convento. Pues, por donde se lo mire, Belgrano será elocuente, pródigo en conceptos y multifacético en pensamiento.
Pero existe aún un espacio en los estudios de Belgrano quizás poco escrutado o al menos muy poco difundido, que es aquel que intenta discernir sobre el pensamiento esotérico del Prócer. Hágase el distingo prelusorio sobre esotérico, no como cultivo de artes ocultas, sino en su sentido etimológico del griego «esôterikós», que significa «interno» o «interior», también lo “más interno”.
Digamos ampliando el concepto para calibrar el ámbito en el cual discurriremos el presente, que en su uso original griego, «esotérico» se refería a enseñanzas, conocimientos o prácticas que eran reservadas para un círculo interior o selecto de personas dentro de una escuela filosófica o religiosa. Estas enseñanzas eran contrastadas con las enseñanzas «exotéricas», que eran accesibles para el público en general.
El cristianismo, por caso, también contiene estos conocimientos y su expresión “exotérica” es la misa, por ejemplo, y lo esotérico, el conocimiento contenido en las manifestaciones externas del rito.
Dicho esto, avancemos sobre el nudo de nuestra “quaestio” en curso y abordemos el tema de la relación entre Manuel Belgrano y Manuel Lacunza y Díaz (1731-1801), jesuita expulso y autor de la obra “La Segunda Venida del Mesías en Gloria y Majestad”, un extenso y meduloso análisis sobre el Libro de la Revelación, que encendió la polémica en ambas márgenes del Atlántico. Lacunza, para escapar de la Inquisición, había escrito su controvertida obra bajo el seudónimo judío de Juan Josafat Ben-Ezra, y había sido incluida en el Index Librorum Prohibitorum por la Iglesia Católica, debido a sus ideas radicales y su desafío a la doctrina oficial.
Manuel Lacunza, jesuita chileno expulso, murió en Módena -Italia- en 1800
Digamos para conocimiento de quienes no estuviesen al tanto de la obra, que «La Segunda Venida del Mesías en gloria y majestad», se centra en la interpretación de la Segunda venida de Jesucristo -Parusía- un evento clave en la escatología cristiana.
Según escribe Lacunza, Jesucristo vendrá nuevamente en gloria y majestad: Lacunza afirma que la segunda venida de Jesucristo será un evento glorioso y visible para todos, marcando el fin de la historia humana y el inicio del reino de Dios en la tierra.
A su vez, Lacunza ofrece una reinterpretación de las profecías bíblicas del Antiguo y Nuevo Testamento relacionadas con la segunda venida, desafiando a las interpretaciones tradicionales de la Iglesia de su tiempo, particularmente al referirse a la purificación y restauración, la purificación de la Iglesia y la distribución de premios y castigos a los impíos.
Lacunza enfatiza el rol de Israel en los últimos tiempos, sugiriendo que los judíos tendrán un papel central en el cumplimiento de las profecías y en la restauración final del reino de Dios, un capítulo que toma relevancia actual en orden a las circunstancias en Medio Oriente.
También Lacunza critica a los teólogos de su tiempo por malinterpretar las Escrituras y no prepararse adecuadamente para la segunda venida de Cristo, algo similar a lo que está ocurriendo hoy.
A pesar de todo esto, la obra de Lacunza tuvo un impacto significativo en el pensamiento escatológico y es considerada una obra importante en la historia del cristianismo.
¿Por qué el cristiano General Belgrano publicaría una obra prohibida por la Iglesia?
La respuesta puede ser simple en la medida en que el cuadro de situación se considere con la suficiente apertura mental. Manuel Belgrano, en su viaje a Londres en 1816, mandó a imprimir de su propio peculio la que se considera como la más cuidada y costosa edición (1500 ejemplares) de “La Venida del Mesías en Gloria y Majestad”, en cuatro volúmenes (1.937 páginas.). Sin embargo, los grandes biógrafos de Belgrano no mencionan este hecho, ¿por qué?
Existen varias hipótesis sobre por qué Manuel Belgrano decidió imprimir la obra prohibida de Manuel Lacunza.
Hemos señalado “ut supra”, que Manuel Belgrano era un espíritu superior, lo que hoy se llamaría con una elevación de conciencia más allá de la media católica de la época (y de la actualidad), miraba más adelante. Por lo tanto, es posible que, debido a su curiosidad intelectual, haya querido difundir una obra que consideraba importante o interesante, a pesar de su prohibición.
No es tampoco descartable la idea de que los Próceres de la Independencia, aunque cristianos convencidos, eran anticlericales. Más en el caso de Belgrano que estaba más allá de los hechos de su época.
Otra razón por la que Belgrano mandó a publicar esta obra se adjudica al deseo de que llegaran a la Sudamérica ideas nuevas como las que planteaba Lacunza y que podían ser interpretadas en un contexto más amplio de cambio social y político. Como líder en la lucha por la independencia argentina, podría haber visto en las ideas de Lacunza un paralelo con el despertar y la renovación que él deseaba para su patria.
Según algunos historiadores, Belgrano podría haber compartido la visión crítica de Lacunza hacia la Iglesia de su tiempo y haber estado interesado en promover una reforma religiosa que se alineara con un cristianismo más puro y menos institucionalizado.
Además, la época en la que vivió Belgrano fue un periodo de grandes cambios y cuestionamientos. Las ideas de la Ilustración y las nuevas corrientes de pensamiento religioso y político podrían haber influido en su decisión de apoyar la difusión de una obra que cuestionaba las interpretaciones tradicionales de la Iglesia Católica.
El hecho de que la obra estuviera prohibida la hacía aún más atractiva para personas con mentalidad crítica y reformista. Belgrano podría haber querido proporcionar acceso a ideas que consideraba valiosas y que de otro modo estarían fuera del alcance del público debido a la censura eclesiástica.
En resumen, la decisión de Manuel Belgrano de imprimir la obra de Manuel Lacunza puede atribuirse a una combinación de factores personales, intelectuales, políticos y sociales, así como religiosos. Tal vez, Belgrano se inscribía en la línea del Milenarismo, también prohibida por la Iglesia Católica, tanto que una laguna de la historia sea el por qué Manuel Belgrano nunca fue un revolucionario que buscara una república sino un monárquico convencido.
Hay que recordar que en ese mismo año en que viaja a Londres, en la sesión secreta del 6 de Julio de 1816 -tres días antes de la Declaración de la Independencia-, él propone un gobierno para estas tierras de cuño monárquico y con base en un descendiente de los Incas. Quizás esa respuesta pueda hallarse en una de las obras menores de Dante Alighieri, en un pequeño tratado llamado “De Monarchia”, donde el autor de la “Commedia”, justifica con argumentos históricos, jurídicos y teológicos, porqué el Imperio es el mejor gobierno para el mundo.
Por fin, la Batalla de Tucumán, librada el 24 de Setiembre de 1812, estuvo signada por eventos “especiales” como la manga de langostas, una supuesta aparición de la Virgen entre los árboles; José María Paz, en sus memorias relata que “De pronto el General tenía el rostro lívido y la mirada ausente, como si no estuviera aquí” ¿Una elevación mística? Nunca se sabrá.
La publicación de la obra de Lacunza por Manuel Belgrano deja abiertos varios interrogantes, quizás el más inquietante pueda ser lo que explican algunos exégetas de la obra de Lacunza y de la vida del General Belgrano, de que el jesuita chileno pensaba que la Parusía, la Segunda Vuelta de Jesucristo podría producirse en tierras sudamericanas, y Belgrano, estudio y de elevada conciencia, pensara que su lucha por la Libertad, en realidad tenía además el propósito de preparar estas tierras para ese evento.
Una hipótesis, más bien, una especulación inaceptable para un racionalista puro, pero la verdad es que al leer la obra de Lacunza, escrita hacia el 1800, al levantar la mirada, se pueden contemplar algunos sucesos que se parecen bastante a esta profecía.-