EL MILITANTE SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA. – Tal vez, porque somos un país joven, muy joven, demasiado en términos de historia, es que nos engañan como a chicos. Nuestra propia historia tiene más sombras que luces. Los que habitamos el interior del país tenemos otra historia distinta de la llamada “Historia Oficial”.

Alguna vez hay que sacarse las máscaras y decir la verdad, porque el país no se consolidó ni remotamente en Buenos Aires. La Patria no nació el 25 de Mayo de 1810, como dice el relato oficial. Esa imagen bucólica de tranquilos ciudadanos de levita, galera y damas de miriñaque cubiertos con paraguas es una metáfora que esconde una maléfica mentira. Primero, porque no existían los paraguas; luego, porque si habría sido una “revolución”, lo que menos habría en esa plaza serían damas y caballeros esperando a que los cabildantes se les cantaran las ganas de informarlos sobre lo “que el pueblo quería saber de qué se trataba”.

El 25 de Mayo fue literalmente un golpe de Estado, el primero de nuestra historia. Hubo conspiración, planificación, preparación de documentos y asalto al poder, porque hasta que Cornelio Saavedra (que no era boliviano sino potosino y Potosí formaba parte integrante de nuestro territorio) no sacó los Patricios a la calle, no hubo 25 de Mayo. De hecho, él fue el presidente de esa Junta de Gobierno “Patrio”.

La Patria nació el 9 de Julio de 1816 en Tucumán, en ese “interior profundo” que tanto le gusta declamar a los políticos. Fue el primer acto federal de la historia. Y no pudieron elegir peor año para declarar la Independencia. Porque en el norte al General Martín Miguel de Güemes, se le venía la mayor invasión realista que llegaría al año siguiente. Allá “arriba”, Nueva Granada era reconquistada ese año por las tropas españolas del general Pablo Morillo. El General José de San Martín, no podía iniciar sino hasta el año siguiente el cruce de los Andes. Y así…

La Patria se consolidó en Salta, porque después del Combate de 15 minutos en San Lorenzo (3 de Febrero de 1813), NINGUNA OTRA ACCIÓN DE GUERRA contra los realistas se dio fuera del escenario donde se jugaron salto-jujeños y altoperuanos. Buenos Aires, desesperada, le pedía en 1812 al General Manuel Belgrano que retrocediera hasta Córdoba para cuidar sus intereses políticos y económicos, sin que le importe un rábano la suerte de las provincias del norte.

Cuatro meses antes, el 22 de Marzo de 1816, el General Güemes evitaba con el «Pacto de los Cerrillos» una guerra entre hermanos y permitía la celebración del Congreso de Tucumán y el paso a Chile de San Martín. Luego, en Tucumán, el 9 de Julio de ese año, ¡Se declaraba la Independencia!

Buenos Aires, más allá de la mascarada del 25 de Mayo de 1810, ninguna otra cosa buena hizo por el país hasta los días presentes.

Un “Pacto de Mayo” el “9 de Julio”

La historia informa a la política, o debiera hacerlo. En los días presentes, tan augusta fecha se utiliza para hacer firmar a los gobernadores un “Pacto” de cuyas consecuencias efectivas no sabremos sino hasta cuando vencidos los términos, los argentinos hayamos comprobado la literalidad de lo suscrito. Decir otra cosa es ingresar en el terreno de la futurología y la historia contrafáctica.

Pero la especulación encuentra su correlato antagónico cuando se utiliza como escenario la icónica Casa Histórica de Tucumán; ese mismo lugar donde los Próceres hablaron de Libertad y firmaron lo que Buenos Aires jamás se animó, la Independencia, hoy, hospeda a un presidente de la Nación que promete “Destruir al Estado”. Cuando los diputados del interior, desafiando la guerra y las condiciones más adversas, llegaron a Tucumán ¡A consolidar el Estado!

Entendemos que más por necesidad política y financiera los gobernadores acudieron a cumplimentar la firma de un “Pacto” que a “Prima Facie” se ocurre como insustancial para resolver los problemas del país. Porque aquel 9 de Julio de 1816, en esa Casa, hubo debate, se propusieron ideas. En la noche patria del 2024, hubo imposición unitaria, reglamentación autocrática y la promesa insulsa de un futuro que no se distingue.

En la verba presidencial hubo admiración a la mujer inglesa que asesinó a nuestros jóvenes marinos, hay reverencia y prosternación frente al republicano Trump. Hay genuflexión y ofrenda frente al Muro de la Sinarquía. ¿De qué “Independencia” estamos hablando?

¿Continuaremos celebrando la Independencia con nuestra azul y blanca? O ¿Marcharán nuestras tropas al son de “Barras y Estrellas” un 4 de Julio?

Por fin, nos viene a la memoria frente a este cuadro tan controvertido montado en la Histórica Casa de Tucumán, aquella frase de Manuel Belgrano, que en la sesión secreta del 6 de Julio de ese 1816, propusiera una monarquía parlamentaria en base de un descendiente Inca; aquella frase, decimos, que rezaba: «Nuestra enseña jamás será atada al carro de ningún vencedor de la tierra”, esa  declaración que reflejaba el espíritu de Independencia y Soberanía que Belgrano defendía para la Nación argentina, quizás en la fría noche del 8 de julio de 2024, haya perdido su sentido histórico.

Y sea que el próximo 4 de Julio, lleguen los extraterrestres…

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