EL MILITANTE SALTA – POR LIZI MEJÍAS. – Un nuevo Aniversario de la muerte de Eva Duarte de Perón, nos alcanza y esta vez, con una Argentina donde quien gobierna intenta tachar la figura emblemática de Evita, nuestra Evita; porque decir que la Justicia Social es un robo, es negar la obra en materia social del peronismo, pero particularmente resentir el legado personal de esa mujer que hirió a fuego a la historia argentina partiéndola en dos.

Verdaderamente, Evita, partió en dos a la historia; primero, porque la historia política y social de este país tiene un antes y un después de ella. Fue la que cambió los modos de concebir a la sociedad argentina uniendo los segmentos al lograr levantar a los desposeídos, a los marginados mediante esa Justicia Social, convirtiéndolos en argentinos de pleno derecho.
En un país cuya historia es pendular, Evita, también partió en dos los ánimos de los argentinos, por hubieron quienes la idolatraron casi en un éxtasis beatífico, y quienes corroídos por su miserabilidad y odio, fueron capaces de pintar aquella infame frase “Viva el cáncer”.
El cáncer pudo llevarse su cuerpo físico, pero Evita no murió, sencillamente, porque la muerte no existe como tal, como final abrupto de una existencia tan vital.
Todas las religiones, desde las más antiguas, no sólo por fe sino por pruebas de ciencia, aceptan que el espíritu no se agota sino que se transforma. Habita en otra dimensión, otro lugar según sea la creencia del lugar; ¡Pero vive!
Si la muerte no existe, entonces ¡Evita vive! Porque también ella supo resucitar y permanecer en cada corazón argentino que padece alguna necesidad. Guste o no, a quien sea, la figura de Eva Perón es omnisciente. Sin tiempos ni espacios, ella vive en el recuerdo de sus obras y esa imagen, aunque ya histórica y lejana en los tiempos actuales, cobra otra vez sentido con mayor vigor, porque son los derechos que ella conquistó y los que defendió los que están en peligro en este momento.
Cuando se habla con desprecio de la Justicia Social, se está condenando a millones de argentinos a pervivir en la necesidad y en la desesperanza. Por eso Evita vive, porque su sólo recuerdo contiene para los marginados el sentido de una Esperanza.
No por haber nacido en la estrechez y no haber tenido oportunidades los humildes no merecen gozar de una buena vida. Esto es lo que hizo Eva Perón, le dio esperanza y contención a esos que el régimen conservador y vendepatria, había sojuzgado, casi esclavizado.
Eva Duarte, fue esa mujer total, la pudo vivificar al peronismo dándole esa entidad mítica y también ciñendo la mística peronista. Aferrando la doctrina de Perón a espíritu de los descamisados, los “cabecitas negras”, elevándolos a la categoría de ciudadanos de pleno derecho.
Hoy, cuando recordamos el paso a la Eternidad de la “Compañera Evita”, decimos que como mujeres continuamos sosteniendo las ideas y principios que animaron el espíritu de esta mujer, la figura más importante del siglo XX, permaneciendo todas en la guarda perenne de los principios del Justicialismo y de pie, en la guardia atenta para continuar la defensa de los derechos de los más vulnerables.
En definitiva, la figura de Eva Perón trasciende el tiempo y las fronteras, permaneciendo como un símbolo imperecedero de compasión, justicia social y lucha incansable por los derechos de los más vulnerables.
Su legado es un faro de esperanza para aquellos que anhelan un mundo más justo e igualitario, recordándonos que la empatía y la acción decidida pueden transformar realidades y construir un futuro mejor.
Su vida y obra continúan inspirando a generaciones, manteniendo viva la llama de su inquebrantable espíritu de servicio y amor al pueblo.