EL MILITANTE SALTA – REDACCIÓN. – Nicolás Maduro, quien asumió la presidencia de Venezuela en 2013 tras la muerte de Hugo Chávez, ha sido objeto de severas críticas tanto a nivel nacional como internacional. Su gobierno ha sido caracterizado por prácticas despóticas y autoritarias, consolidando su poder a través de la represión y el control absoluto sobre las instituciones del país.

Desde su ascenso al poder, Maduro ha trabajado incansablemente para consolidar su control sobre todas las ramas del gobierno. La disolución de la Asamblea Nacional en 2017, donde la oposición tenía mayoría, y la creación de la Asamblea Nacional Constituyente, compuesta por sus partidarios, fue un claro golpe a la democracia. Este movimiento permitió a Maduro legislar sin oposición y reescribir la constitución a su favor.

El gobierno de Maduro ha sido implacable en su represión de cualquier forma de disidencia. Las protestas pacíficas han sido respondidas con violencia, resultando en cientos de muertos y miles de heridos. Organizaciones de derechos humanos han documentado detenciones arbitrarias, torturas y desapariciones forzadas de opositores políticos y activistas. La represión no solo ha silenciado a la oposición, sino que ha infundido un clima de miedo en la sociedad venezolana.

Asimismo, se ha intensificado la censura y el control sobre los medios de comunicación, cerrando o expropiando aquellos que no siguen la línea oficialista. Periodistas y medios independientes han sido acosados, detenidos y censurados, limitando gravemente la libertad de expresión. Este control sobre la información permite al régimen manipular la narrativa pública y suprimir cualquier crítica al gobierno.

Bajo el mandato despótico de Maduro, Venezuela ha experimentado una de las peores crisis humanitarias y económicas de su historia. La hiperinflación, la escasez de alimentos y medicinas, y el colapso de los servicios básicos han llevado a millones de venezolanos a la pobreza extrema. En lugar de abordar estas crisis, el gobierno ha utilizado la situación para mantener el control, distribuyendo recursos de manera selectiva y utilizando el hambre como herramienta de dominación.

Este régimen autoritario y dictatorial ha erosionado sistemáticamente las bases de la democracia en Venezuela. Las elecciones han sido caracterizadas por irregularidades y fraudes, asegurando su permanencia en el poder. La falta de independencia judicial y la corrupción desenfrenada han destruido la confianza en las instituciones del Estado, dejando al pueblo venezolano sin recursos legales o políticos para desafiar su régimen.

Con una elección declarada fraudulenta por la comunidad internacional, Nicolás Maduro ha destruido a las instituciones democráticas y ha sumido al país en una crisis humanitaria sin precedentes. El futuro de Venezuela depende de la capacidad de la comunidad internacional y de la oposición interna para presionar por un cambio que restaure la democracia y alivie el sufrimiento del pueblo venezolano.

Mientras tanto, la lucha por la libertad y la justicia en Venezuela continúa siendo una prioridad urgente.