EL MILITANTE SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA. – El inadvertido que sólo lea el título de esta nota al pasar podrá quizás elaborar un juicio previo -prejuicio- tomándonos por homofóbicos o enemigos de la nueva cultura contra natura que se enseñorea en el Orbe. Lo primero lo rechazamos porque al menos en nuestro pensar adherimos absoluta e irrestrictamente al espíritu del Artículo 19 de la Constitución Nacional que reza claramente: “Las acciones privadas de los hombres que ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, están exentas de la autoridad de los magistrados y sólo reservadas a Dios”, palabras más o menos, si la memoria no nos traiciona.
Pero sí, hemos de decir, que nos declaramos en contra de cualquier intención, ya solapada, ya explícita, de imponernos como natural cualquier conducta contra natura. No pasa esta posición por un criterio religioso, mucho menos católico, ya que suficientemente claro está que militamos en favor de la extinción del catolicismo como responsable del atraso de dos milenios en la evolución de la Conciencia y ser la cueva de los errores más severos y piedra angular de la traición al Evangelio.
De hecho, entre los intersticios de esta confesión se hallan los ejemplos más execrables de violaciones a la “Naturaleza de las Cosas” en todo sentido. No solamente de índole sexual, sino y más grave quizás de orden espiritual y mental. Obviamente, recuperamos el testimonio de santos sacerdotes y miembros consagrados con estoica y verdadera vocación cristiana.
Pero, ya lo enunciaba el Maestro Aristóteles, “La única verdad es la realidad” y ésta señala que vivimos un tiempo de caos moral y agostamiento (no agotamiento) espiritual. Un tiempo, donde todo lo natural es fascismo y discurso de odio.
Una época en la que ser heterosexual va resultando ser cada vez más sospechoso y defender a la familia en su estado natural es cuasidelictivo.
Es la época de la paradoja universal, donde se ha empoderado a la mujer más allá de la femineidad misma, tanto, que este “feminismo” militante que impone un neologismo nacido en los últimos años del siglo XX, de procedencia latina -«soror,» que significa «hermana,»-, alcanzó niveles de fraternidad (“frater”), cuando no, hasta de logia.
Hablando, pues de logia, en una tenida muy interesante con elucubradores de teorías -algunas conspirativas-, incluso y hallándose entre los parroquianos alguno que sostenía que la Tierra es plana (como su encefalograma, diría yo), tratóse a propósito la cuestión de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Francia; en nuestro humilde comprender, lisa y llanamente una porquería de muy mal gusto.
No decimos de mal gusto por un concepto peyorativo de connotación homofóbica o “de odio”, sino simplemente porque comparado este espectáculo con otros antecedentes, en París primó el mal gusto escénico, la vacuidad de contenidos y la exaltación de lo sexualmente morboso, andrógino y por qué no, demoníaco. Un espectáculo ciertamente perverso.
Bastaría consultar autores como Giovanni Papini y su magistral obra “Il Diavolo” (que recomendamos leer en su idioma original), o el poema épico de John Milton “El Paraíso Perdido” (1667), que en sus versos iniciales se asemeja al Prólogo del Evangelio de San Juan, sólo que en modo bastardo aunque literariamente muy bello: “En el Principio cómo los cielos y la tierra/Surgieron del Caos: O si te deleita más la colina de Sión/Y el arroyo de Siloé que fluye/Rápido junto al Oráculo de Dios…” y etcétera; y se encontrará la percepción de Satanás en la literatura, informante de los escuálidos espirituales que dan vida a representaciones tan obscenas como la de París. Obviamente, quienes se inspiran en obras tales son sólo mediocres intérpretes de pensamientos más elevados.
Las mismas inspiraciones satánicas se pueden hallar en “Las Flores del Mal” (1857) de Charles Baudelaire, donde se explora la decadencia y la rebelión contra las normas morales. Y así podríamos citar tanta otra literatura inspiradora de engendros como el representado en París, donde el ocultismo ha jugado una carta central en el manejo subliminal de la puesta en escena. Por último, H.P. Lovecraft, que si bien no escribió sobre el satanismo directamente, sus relatos de horror cósmico y su invención de cultos ficticios han influido en la percepción moderna de lo oculto y lo maligno.
Autores como estos, más una desviación en la concepción natural del hombre han contribuido a ordenar una construcción de la imagen del ser humano que distorsiona la identidad de lo masculino y lo femenino, entronizando lo andrógino como un modelo superador. Nos preguntamos ¿superador de qué?
Ahora bien…, entre las «quaestio» formuladas en tal plancha, alguno propuso a debate esta revalorización social de la homosexualidad, el matrimonio igualitario y la destrucción de la mujer a través del feminismo.
Nos, opinamos que lo primero a respetar de modo absoluto e ilimitado es la Libertad del hombre (en sentido genérico, se comprende), basados en el artículo constitucional mencionado “ut supra”; no obstante, toda Libertad tiene necesariamente límites que son impuestos por el respeto al otro.
Esta dimensión del “otro” es el “alter ego” aristotélico, con sus plenos derechos y limitaciones. En esto va cuando se supera esa línea de respeto lo que llamamos transgresión, otra de las “modas” iniciadas por la posmodernidad.
Ser transgresor hoy es símbolo de evolución, pero como antes dijimos que vivimos en la era de las paradojas, en realidad se involuciona, se reduce la extraordinaria realidad del ser humano a una dimensión disminuida y egoísta de la persona.
La representación burlesca y cínica de la “Última Cena” de Leonardo Da Vinci, esconde en realidad la aviesa intención de denostar el símbolo por excelencia del cristianismo como es la Eucaristía. No abundaremos en la profundidad teológica y teleológica de la vivencia espiritual que significa esa comunión directa entre el hombre, la creatura y el Creador, pero señalemos la intemperancia expresada utilizando un evento masivo para exponer un burlesco ataque a persona del Cristo.
Que también, dicho sea de paso, el Cristo no es católico en el sentido de organización sino de prenda universal de Paz y Bien.
Pocos quizás adviertan la cantidad de metamensajes satánicos que han sido puestos en escena aquel día. Diremos entonces con el Cristo aquella advertencia sobre la ceguera de los hombres para interpretar el signo de los tiempos: “¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, pero no el signo de este tiempo”. (Cifr. Lucas 12, 54-59).
Tiempos de confusión
En las redes sociales se han multiplicado los pastores, gurús y profetas que anuncian el pronto advenimiento de la Parusía, el regreso del Cristo. Una pléyade de charlatanes y explotadores de la ignorancia universal en materia espiritual se derraman en las pantallas prediciendo el fin de los Tiempos, en una suerte de revival milenarista.
Es necesario evitar le evitar la tentación del milenarismo, doctrina condenada por la Iglesia Católica, porque sobre el fin de los Tiempos, aunque en esto adherimos a lo que dice la Escritura cuando señala que: «Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.» (Mt. 24-36). Autores extraordinarios como Gioacchino Da Fiore y el mismo Dante Alighieri fueron milenaristas, asociaban el milenio con la hora final de la humanidad, pero está dicho que eso es inexistente.
Sin embargo, un texto sobre este punto puesto a debate sí tiene una referencia explícita, ya en el Antiguo Testamento, que podría considerarse como un avatar premonitorio de la proximidad, de al menos un cambio de época y es la “naturalidad” que se intenta dar a todo lo «contra natura» que de sugestiva ya pasó a ser elocuente.
La exaltación de la negación obstinada de sólo dos géneros, el empoderamiento de los gays, la guerra contra la natalidad a través de la imposición del aborto como un «derecho» y la destrucción de la femeneidad por el feminismo, son tallos de la misma raíz. A estas desviaciones del orden natural de las cosas hay que agregarle la eutanasia que se suma a los “derechos” del hombre a violentar su naturaleza misma.
Si se observa un momento estas cuestiones con criterio equilibrado y privadas de toda cuestión confesional, hallaremos una colisión entre el deseo de estos grupos de travestirse -en todo sentido- y el orden natural que excede a las confesiones religiosas y a las ideologías de derecha. En el orden natural no hay fascismo, tampoco progresismo, sólo hay EQUILIBRIO.
¿Tiempos del Anticristo?
Dice Apocalipsis en 1,1 “El Tiempo está cerca”, y desde la óptica de la inversión de la lógica y la Inmoderación y el libertinaje, se cumplen acabadamente las advertencias bíblicas vertidas ya en el Antiguo Testamento. El Profeta Daniel (Siglo VII a. C), dice en su libro «Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres» (D. 11,37), de donde traducida la locución, el Anticristo renegará del Dios Padre y Creador y propondrá el «amor» entre iguales. Sabido es que de sociedades sodomizadas, ninguna procreación puede esperarse. Este será el gran pecado de la soberbia asumido por sociedades que rechazarán a Dios.
En verdad, y como el lector se dará cuenta, abonar esta exposición requiere de mayores espacios, pero baste lo expresado para iniciar un debate o al menos iluminar un pensamiento en medio de este pandemónium de satánicas excentricidades.
No compartimos la imposición de dogma alguno, ni confesional ni político. En lo único que creemos firmemente es en la Razón y la Libertad como dones primarios de Dios al hombre y a través de los cuales pueda optar -ser hereje en su etimología-; creemos asimismo y damos fe, de que reconocemos el sentido Liberador del Evangelio y por supuesto, nos inscribimos en la línea de Giordano Bruno o de Baruch Spinoza, cuyos sistemas filosóficos se basan en la idea de que Dios y la Naturaleza son la misma Unidad y Entidad, y para quienes temas como la libertad, la emoción y la existencia son concomitantes: Luego, nos ordenamos decididamente en la defensa del Orden Natural “per se”, ausente de toda connotación religiosa, dialéctica o ideológica.
Por fin, decimos hilando un pensamiento emparentado con un silogismo aristotélico, que, si los tiempos presentes se caracterizan por la inversión del Orden Natural, consagrando toda desviación imaginable del Mismo y esto es promovido por el Maligno, según ofrecen rezadores y profetas de feria, la conclusión será que, si el Signo del Tiempo es el tiempo del Anticristo, Éste, entonces, necesariamente será Gay.
Para cuando terminamos de discernir sobre estas vicisitudes del pensamiento vaporizando las horas, ya nos alcanzó la hora de terminar la visión de Orión, ya sobre nosotros. O sea…