EL MILITANTE SALTA – POR IGNACIO UNZUÉ. – La reciente visita de un grupo de legisladores de La Libertad Avanza a unos militares presos, condenados por haber cometido delitos de lesa humanidad, ha generado una polémica que alcanza en un algún punto, picos de irritabilidad.
En este país, los que hoy rayan la madurez canosa, de alguna manera estuvieron comprometidos con los trágicos sucesos de la década del ’70. Ya por acción, ya por omisión, ya por ese tan argentino “yo no me meto”. Pero todo el mundo supo qué ocurrió y quiénes fueron los causantes.
La historia adeuda todavía contar la verdad de los hechos. El kirchnerismo malsano, como todas las atrocidades que cometió, también se ocupó de destruir a la historia para consagrar el “relato” y lo que llaman “la memoria” terminó siendo nada más que un culto al resentimiento. Y por más que prediquen también “la Justicia”, ésta jamás llegó para un sector de la población como son las víctimas de los terroristas y subversivos.
El plan de exterminio ejecutado por los militares facciosos que derrocaron a Isabel Perón, quien junto a su difunto esposo, el General Juan Domingo Perón, habían firmado sendos decretos autorizando a las Fuerzas Armadas a que “aniquilaran por todos los medios” a los subversivos, cometieron gravísimos errores en el procedimiento.
Fueron aquellas un par de promociones egresadas del Colegio Militar de la Nación, formadas por enajenados y mesiánicos, que traicionaron a su uniforme, a su Juramento militar, a la Constitución Nacional y finalmente a la Patria, porque no vinieron a poner orden sino que se apropiaron del país y de su gente. El ejercicio de la censura es un acto supremo de soberbia y estupidez. La desaparición forzada de personas y el apropiamiento de recién nacidos, constituyen actos lesivos de la condición humana, sólo posibles de aplicar por seres adulterados mental y espiritualmente. Ni siquiera las bestias son capaces de cometer actos tan aberrantes.
Falta aplicar justicia, decimos, porque celebramos que los autores de estos atropellos estén presos de por vida, pero todavía están vacías las celdas donde debieran estar, Mario Firmenich, los Abal Medina, los Galimberti, que nunca se pararon frente a un estrado judicial. El kirchenrismo los propuso como ídolos, cuando no fueron más que vulgares criminales, tan insanos como quienes los reprimieron. Esta parte de la historia, todavía falta contarse.
Un acto de soberbia y una imprudencia política
Este país nació pendular y continúa siéndolo. De la derecha más recalcitrante, pasamos a la izquierda nihilista y terrorista. Del liberalismo más extremo y apátrida, al nacionalismo confesional y retrógrado. Lo que nunca tuvimos es equilibrio político.
El kirchnerismo dejó una herida muy profunda en la sociedad con cuentas no resueltas y que abrieron el camino a un personaje reaccionario de signo opuesto como Javier Milei. Y los que tributan en este sector están teñidos de la misma soberbia que los que se fueron. El país por ese camino no llegará muy lejos.
Una visita inapropiada
Que un grupo de legisladores de La Libertad Avanza se apersonen a visitar a un sujeto de la calaña de Alfredo Astiz, es por lo menos imprudente, sino decirlo también inoportuno y hasta un acto de provocación.
Son gente grande que tiene plena conciencia cuando cobran sus dietas y que no pueden venir a decir que “no sabían lo que hacían”. Tampoco cabe el pretexto de que fue “una visita humanitaria”, porque resulta curioso que los sentimientos de humanidad los aborden ahora y no en años anteriores.
La visita a los genocidas es sin lugar a dudas, un hecho político inapropiado para un momento de tanta crispación política. Es una imprudencia que no ayuda en nada a un gobierno que todavía no ha mostrado casi nada de lo prometido, porque el ajuste lo sigue pagando el pueblo mientras “la casta”, bien, gracias.
Un acto humanitario sería que reclamen un juicio y castigo a los terroristas, porque los militares ya fueron juzgados.
De última, lo que hicieron estos diputados es demostrar que NO ESTÁN HABILITADOS PARA VIVIR EN DEMOCRACIA, porque esta visita entraña un acto reivindicatorio de las atrocidades por ellos cometidas. Desde ese punto de vista, sí se podría empeñar un proceso de destitución, porque evidentemente no obran en beneficio de sus representados, sino en aras de vaya a saber qué aviesos intereses.
Haber concurrido a visitar a esta gente -y es quizás lo más grave-, es ir a exhumar un pasado que todos los argentinos queremos dejar atrás.-