EL MILITANTE SALTA – POR LIZI MEJÍAS. – En la vasta historia de la Independencia sudamericana, se ha hablado mucho de los grandes líderes y sus Gestas. Sin embargo, pocas veces se reconoce el papel fundamental de las mujeres que, desde su lugar, contribuyeron a sostener y acompañar a esos héroes en sus momentos más difíciles. Una de esas mujeres fue Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada, conocida cariñosamente como Merceditas, la única hija del Libertador José de San Martín.

Nacida el 24 de agosto de 1816 en Mendoza, Merceditas fue, desde temprana edad, la gran compañera de su padre. Su vida estuvo marcada por los sacrificios y la dedicación que, tanto ella como su padre, realizaron en nombre de la Libertad y la Independencia. Si bien su infancia fue relativamente tranquila, al lado de su madre, Remedios de Escalada, su vida cambió drásticamente tras la muerte de esta en 1823. Desde entonces, Merceditas se convirtió en el principal sostén emocional de San Martín, acompañándolo en su exilio y cuidándolo en su vejez.

La figura de Merceditas representa la de una mujer fuerte y abnegada. En un tiempo donde las mujeres eran relegadas a roles secundarios, ella asumió con valentía y amor el cuidado de su padre, dejando de lado sus propios deseos y aspiraciones personales. Junto a él, atravesó años de exilio en Europa, primero en Bruselas y luego en Francia, donde ambos vivieron con modestia y discreción. San Martín, que había dedicado su vida a la Causa de la Libertad americana, encontraba en su hija el consuelo y la compañía que tanto necesitaba en sus últimos años.

Merceditas, además de ser una hija devota, fue una mujer culta y con una profunda sensibilidad. Su educación fue cuidadosamente supervisada por su padre, quien le inculcó valores de honestidad, responsabilidad y patriotismo. La correspondencia entre ambos revela una relación de gran afecto y respeto mutuo. San Martín, consciente de la importancia de su hija en su vida, le dejó en su testamento una serie de consejos que reflejan la confianza y admiración que sentía por ella.

El rol de Merceditas como cuidadora de su padre se hizo aún más crucial en los últimos años de la vida del Libertador. Tras la muerte de su esposa, San Martín se recluyó en Europa, alejándose de la vida política y militar. Durante este tiempo, fue Merceditas quien estuvo a su lado, brindándole el apoyo emocional y físico que necesitaba. Juntos enfrentaron la soledad del exilio, las penurias económicas y la enfermedad que, poco a poco, iba debilitando al General.

El 17 de agosto de 1850, Merceditas estuvo al lado de su padre en su último suspiro, cumpliendo hasta el final con su rol de hija abnegada. Tras la muerte de San Martín, su legado no solo quedó plasmado en la historia de los pueblos libres de América, sino también en el amor y la dedicación de una hija que sacrificó su vida personal para cuidar de él.

Merceditas de San Martín y Escalada es un ejemplo de cómo, en el seno de una familia, la grandeza no siempre reside en los actos públicos o en las hazañas militares, sino en los gestos de amor, sacrificio y lealtad que se realizan en silencio.

Su vida, dedicada al cuidado de su padre, nos recuerda la importancia de esos vínculos profundos que trascienden el tiempo y las distancias, y que construyen, desde el ámbito privado, la verdadera esencia de los héroes.