EL MILITANTE SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA. – Con la partida de este plano de Néstor Salvador Quintana, se abre un vacío existencial profundo. Se va el último representante de una estirpe de periodista, de político y sobre todo de ser humano, que dejó trazos indelebles de su paso por las redacciones y las aulas. Su vida fue escrita siempre con la letra clara de la honestidad intelectual y la honradez de los procedimientos.
Néstor Quintana, el “Picoroto”, dejó hace mucho tiempo de ser un hombre para convertirse en vida en una personalidad de esas que se veneran por su integridad, por su generosidad amplia y su profundo saber que evocaba aquellas palabras de Publio Terencio Africano: “Nada de lo humano, me es ajeno”.
En la partida se agolpan los recuerdos de una vida, de la primera adolescencia cuando visitaba nuestra casa, de los años universitarios y la cátedra que alguna vez me invitara a compartir en un exceso de su generosidad.
Fue el Maestro, título superador de cualquier diploma académico, porque la talla de su vocación periodística no precisaba de grados. Formó con aquellos que desde las páginas del mítico El Intransigente, hicieran de la redacción una trinchera y de la pluma el filoso estilete que diseccionaba la realidad.
Figura consular de la Unión Cívica Radical de Salta, supo tener la habilidad para mantener el equilibrio en los momentos más delicados de la política salteña, siendo también generoso en la militancia, sin buscar el cargo sino la docencia cívica de los principios republicanos del radicalismo. Como diría el Dr. Ricardo Balbín, para Néstor Quintana, “No importa quien lleva el palo, sino la bandera”.
Néstor Salvador Quintana, en el homenaje a los 40 Años de Democracia, donde pronunciara un lúcido discurso.
Fue testigo del transcurrir del siglo más febril con sus avatares mundiales y nacionales. Sus ideas conocieron la pluma, la linotipo, la máquina de escribir, la computadora y las redes sociales. Cambiaría el canal, pero ese mensaje de la decencia hecha militancia, en Néstor, sería incólume. Y todos esos cambios, sus circunstancias, sus nombres y detalles, los autores, todo, se conservó intacto en su elegida memoria hasta sus últimos días.
Las vidas como las de Néstor Salvador Quintana, reclaman libros que puedan contener tamaña trayectoria, haciendo que estas líneas resulten mezquinas e insuficientes.
Pero hemos de decir que hombres como Néstor no necesitan el panegírico que los ensalce, porque sus hechos, su trayectoria y su enorme humanidad, son suficientes para escribir el epitafio más sublime al que pueda aspirar un hombre de bien: Partir de este mundo rodeado del afecto irrestricto de sus amigos y el respeto más solemne de sus adversarios.
No mueren hombres como estos, sino que sobreviven en el alma de quienes tuvimos la suerte de conocerlos y compartir con ellos, porque dejan su impronta en los espíritus; y ese ejemplo de sus categorías morales y cívicas, los hace permanecer vivos en la memoria de los pueblos.
¡Hasta volver a vernos, Maestro!