EL MILITANTE SALTA – POR IGNACIO UNZUÉ. – Lamentablemente, el proceso electoral para renovar la presidencia en una Institución tan sensible para la Polis -la Ciudad-, como es la Caja de Abogados, se ha visto empañado por actitudes que tributan a la duda y al menoscabo que de tal profesión debiera tener el contexto de la comunidad.

Tras tambalear la elección misma, finalmente, las elecciones se realizarán este próximo viernes, y en ese tenor es que como ciudadanos entendemos que debemos exigir el máximo de integridad en los postulantes; de allí que nos permitamos estas reflexiones que hacemos en el pleno ejercicio de nuestro derecho constitucional de expresar nuestra opinión.

En tiempos en que la integridad debería ser la piedra angular de cualquier profesión, la ética se convierte en un eje central, especialmente en el ámbito del derecho. Como decía Aristóteles, la ética no es solo una cuestión de conducta, sino de carácter. Es un recordatorio de que las acciones de un individuo no solo reflejan su moralidad personal, sino que también tienen un impacto profundo en la comunidad a la que pertenece.

En este sentido, las próximas elecciones en la Caja de Abogados nos ponen frente a un dilema ético significativo. Uno de los candidatos, el doctor Eduardo Romani, presenta un pasado que despierta serias dudas sobre su idoneidad para ocupar un cargo tan relevante.

Durante su período como tesorero de la Caja, ocurrió una gran estafa valuada en un monto significativo en millones de pesos, que, dicho sea de paso, de su resultado judicial nadie sabe nada, o al menos no nos hemos enterado. Una mancha que, aunque no necesariamente lo señalaría como responsable directo, si, lo vincula con una gestión cuestionada, y más aún, por el cargo que detentaba en la tesorería, precisamente, en el manejo de los dineros. ¿Nunca se dio cuenta el Dr. Romani de que los números no le cerraban?

Además, entendemos, cuenta en este balance ético y moral su rol como abogado de la Curia y del arzobispo, Mario Antonio Cargnello, recientemente condenado por violencia de género y sorprendido “in fraganti”, en estado alcohólico, el cual el Dr. Romani ha tratado de justificar negando esa situación, cuando fue el propio Vigía del Púlpito quien admitió que venía de “empinar el codo”, como se diría vulgarmente. Y dice el Derecho: “A confesión de parte, relevo de pruebas”. Defender y argumentar -como lo hizo Romani- a favor de un individuo que más allá de los delitos cometidos y probados, ha mancillado en su ética y moralidad su Ministerio, entendemos, que alinearse con causas que tan notoriamente violentan a la ética, sería servir a causas por lo menos dudosas, tal como lo advierte la Escritura cuando dice: “Vosotros sois de vuestro padre el Diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.” (Juan 8:44).

Todos estos antecedentes -y otros que oportunamente supieran publicar los diarios-, añaden otra capa de preocupación. ¿Es adecuado que alguien con este historial aspire a un cargo donde la confianza y la ética son esenciales?

Platón, en su República, argumentaba que el gobierno de la Polis debía estar en manos de los más justos y sabios, aquellos que fueran capaces de actuar en beneficio de la comunidad por encima de sus intereses personales. Aplicando esta visión clásica, surge la pregunta: ¿Qué tipo de líder se busca para la Caja de Abogados? La elección de un candidato cuya historia profesional y alianzas generan sombras podría implicar un retroceso ético que ninguna profesión, y menos la del Derecho, puede permitirse.

La ética no es solo un concepto abstracto; es la brújula que guía a la Justicia. Y cuando se trata de elegir a quienes representarán a los administradores del Derecho, debemos mirar más allá de las apariencias y considerar el carácter y las acciones que definen a los candidatos. En el caso de Romani, sus vínculos y el contexto de su pasado estarían planteando un serio impedimento ético. Ignorar estas señales sería un error que podría costarle caro no solo a la Caja de Abogados, sino a la confianza que la sociedad deposita en la Justicia.

Siendo, el Dr. Romani, hombre íntimamente ligado al poder de los oficiantes clericales, pensamos oportuno recomendar aquel pasaje de Mateo (7:16-20), donde dice: «Por sus frutos los conoceréis. (…) Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.». –