EL MILITANTE SALTA – REDACCIÓN. – El 22 de agosto de 1951, Evita anunció ante una multitud en la famosa «Marcha de los Cabecitas Negras» que no aceptaría la candidatura a la vicepresidencia de la Nación-

El «Renunciamiento» puede interpretarse como el clímax de la tensión entre el poder y la vocación de servicio. Evita era consciente de la oposición que su figura generaba tanto dentro como fuera del movimiento peronista. Su negativa a aceptar un cargo que muchos veían como demasiado «revolucionario» para la época no solo fue un mensaje de unidad al peronismo sino también un recordatorio de que su lucha era por el bienestar de los más humildes, más allá de los títulos y cargos.

En resumen, el «Renunciamiento de Evita» no solo fue un acto de abnegación personal sino también un punto de inflexión en la historia política argentina. Es un recordatorio del poder del simbolismo y la narrativa en la construcción de un liderazgo, y de cómo un solo gesto puede definir una era y un movimiento.

El 31 de agosto de 1951, Eva Perón, luego de su famoso renunciamiento del 22 de agosto, volvió a dirigirse al pueblo argentino a través de la radio para reafirmar su decisión de no aceptar la candidatura a la vicepresidencia de la Nación.

Este día, Evita quiso dejar en claro que su renuncia era definitiva y no un acto dramático pasajero. Con un tono emotivo y decidido, expresó su agradecimiento al pueblo y al movimiento peronista por el cariño y el apoyo, pero reiteró que su lugar estaba junto a los «descamisados» y no en el ejercicio de un cargo político. En sus palabras, buscaba reafirmar su compromiso de servicio y dedicación a los humildes desde la Fundación Eva Perón y otras actividades sociales, manteniendo su rol como una figura que trascendía la política formal.

Este discurso del 31 de agosto ayudó a consolidar aún más el mito de Evita como la figura sacrificial y maternal del peronismo. No obstante, también puso en evidencia las divisiones internas dentro del peronismo y las tensiones que existían con los sectores militares y conservadores, que veían en una potencial vicepresidencia de Eva un desafío a sus propias estructuras de poder.