EL MILITANTE SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA. – El «fenómeno Milei» irrumpió en la sociedad levantando las banderas que el kirchnerismo había hollado. Milei fue el resultado del hartazgo de un país ante la violación sistemática de todo principio de honestidad, moralidad pública, ética política y orden social, lo que provocó que un “outsider” se consagrara presidente porque este presidente fue votado sobre todo para sacar del gobierno al kirchnerismo. Esta es una verdad irrefutable.

Habría que agregar una mención rápida al hecho de que toda una clase política anquilosada y perimida, no supo leer el signo de los tiempos y fueron vencidos por un individuo sin partido político, sin estructura y sin militancia activa. Milei, les ganó en los teléfonos y no en las urnas.

Pero ahí está, consagrado presidente y todavía batiendo sus banderas de «libertad-libertaria» a ultranza y su discurso incendiario contra una «casta» que está resultando no ser la que él definía, sino que la fiesta de la casta la está pagando el conjunto del pueblo argentino, entendiéndose por pueblo los ciudadanos de a pie.

El país en modo Suiza prometido por Milei es cada vez más una burbuja, un espejismo que esconde el rostro más impiadoso de un sistema despojado de toda humanidad. Javier Milei, con sus propuestas radicales y sus posturas aparentemente anti-establishment, representa en realidad lo más abyecto de una tiranía económica disfrazada de renovación política.

Milei se presenta como el abanderado de un liberalismo sin límites, pero lo que propone va más allá: es la instauración de un darwinismo social brutal que ni siquiera respeta los principios más elementales del capitalismo. En su afán de «dinamitar» el Estado y liberar a la sociedad de la «opresión» de los impuestos, Milei ha mostrado una cara aún más cruel y despiadada. El veto al aumento de los jubilados, uno de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, no es más que otro reflejo de su visión impiadosa.

Un discurso que contradice la esencia del capitalismo y del liberalismo

Conviene distinguir entre un liberal y un libertario, donde este último odia al Estado, pretende minimizarlo o extinguirlo incluso. Tan bárbara es esta concepción que se aproxima al concepto aristotélico de que “Fuera de la ciudad, sólo viven los dioses o las bestias”.

Tal vez así se comprenda su mesianismo invocatorio de las “Fuerzas del Cielo”, porque aparentemente se siente un enviado de los dioses y habita entre bestias “de cuatro patas”.

El capitalismo, al menos en su forma clásica, se ha basado en ciertos principios fundamentales: la meritocracia, la creación de riqueza, el progreso económico y, paradójicamente, una cierta dosis de solidaridad social. Hasta Adam Smith, el «padre» del capitalismo, reconocía la necesidad de un «mercado moral» y de una regulación estatal mínima para proteger a los más débiles. Pero lo que propone Milei rompe con esa tradición. Al eliminar cualquier tipo de red de seguridad social, convierte a los jubilados, esos que alguna vez fueron los protagonistas del trabajo y el progreso, en enemigos del Estado.

¿Contrario al aborto? Sí, pero condena a la extinción a los que nacen pobres

Milei se declara contrario al aborto, argumentando que cada vida es sagrada desde la concepción. Sin embargo, su postura resulta paradójica cuando su política económica, centrada en la eliminación del Estado de Bienestar, condena a la extinción a los niños que nacen en la pobreza extrema. ¿De qué sirve entonces nacer, si el mismo Estado que se niega a permitir el aborto también se niega a garantizar el mínimo vital necesario para la subsistencia?

Los jubilados: ¿parásitos o pilares del país?

En este nuevo orden “mileista”, los jubilados no son más que una carga, «parásitos» del sistema. No se les reconoce como lo que realmente son: personas que han trabajado toda su vida, que han contribuido al desarrollo del país y que, en muchos casos, han luchado y sacrificado por sus familias. Cada jubilado es parte de la historia social contemporánea. ¿Cómo es posible que se les trate como si fueran enemigos del progreso?

¿Merecen ser apaleados por reclamar unos pocos pesos de aumento? ¿No han dado ya bastante al país? La respuesta que ofrece el gobierno actual parece ser un rotundo «sí». Haga Patria, golpee a un jubilado. Porque, al final, este «fenómeno Milei» no es más que una máscara que esconde una tiranía económica que pisotea incluso los más básicos derechos humanos.

Una burbuja que no tardará en estallar

Este tipo de gobierno, sustentado en el odio y la división, no puede sostenerse por mucho tiempo. Por este camino, la burbuja del «fenómeno Milei» tarde o temprano estallará. Porque un país no se construye sobre la base de la violencia contra los más débiles, ni de la destrucción de los derechos fundamentales. Y cuando eso suceda, quizás, sólo quizás, seamos capaces de entender que la verdadera patria no es la de la exclusión y el desprecio, sino la de la inclusión, la solidaridad y el respeto por todos sus habitantes. –