EL MILITANTE SALTA – POR JUAN CARLOS JUNIO. – La diatriba de Milei desnuda su imposibilidad de convivir en un sistema democrático. Su soberbia ideológica y personal lo conduce inevitablemente hacia el autoritarismo y la represión. Las imágenes de la policía apaleando a jubilados son reveladoras. Completa su visión política con una descarnada crueldad y desprecio a la opinión pública, propia de un tipo ensimismado: el aumento a los jubilados dispuesto por el parlamento es “exorbitante”.
El presidente se empecina en aplicar su “ajuste más grande del mundo” acentuando el autoritarismo con su abollada motosierra como instrumento, en pos de sostener su dogma: bajar el superávit fiscal y la inflación.
Por eso veta e intenta desarmar, como sea, los dos tercios de la Cámara reactivando la alianza con Macri a pesar de sus infidelidades crónicas. La búsqueda de zurcir heridas incluye a un archipiélago de fuerzas “amigables”, quienes cruzaron el Rubicón votándole la Ley Bases. A esta altura de los hechos se evidencia la reiterada aplicación de la variante del principio de Lavoisier: nada se pierde, todo se transfiere… a los ricos.
El destinatario principal de su desangelada meta es el “mercado” para mostrarle que lo suyo tiene consistencia, alimentando la esperanza en que lo apoyarán con préstamos como hicieron con Macri.
Por ahora bancan a Milei desde el discurso, inclusive se empalagan declarándolo “su presidente”. El empresariado actúa desplegando su particular atributo: apoyar políticamente a quien más le conviene, sin perder de vista su único y verdadero fin: potenciar su tasa de ganancia y seguir modelando al país en función de ese objetivo estratégico.
Sin embargo, las esperadas inversiones siguen bien guardadas, tanto las de los grandes de Wall Street como de la burguesía local. La derecha actúa y reacciona como siempre, ajuste a los trabajadores y clases medias, enajenación del patrimonio del Estado y de los recursos naturales a favor de las corporaciones capitalistas internacionales, y represión a la protesta y luchas sociales y culturales.
La sucesión de derrotas parlamentarias y el reinicio de manifestaciones públicas van desnudando las lacerantes consecuencias sociales que sufren vastísimos sectores del pueblo.
El sentido de un apaleamiento tan cruel a los jubilados como el ejecutado en el Congreso tuvo como propósito principal generar imágenes que sirvan de disuasivo disciplinador ante las previsibles futuras expresiones callejeras.
El viejo recurso de paralizar a la sociedad mediante el miedo. Si nos atenemos a la historia reciente, tendríamos que concluir que la derecha está desplegando una acción política tan injusta como temeraria, con resultado muy incierto. La oposición de la sociedad repone abruptamente el antiguo aserto político: los planes de ajuste no cierran sin represión. Todo indica que el conflicto social crecerá considerando que la mayoría de los trabajadores están sometidos a la pérdida de salario, incluyendo los de mayores ingresos ahora castigados con la reposición del impuesto a las Ganancias.
El aumento de tarifas de luz, gas y transporte resulta insoportable para la mayoría de las economías familiares, y ni que hablar de la miserabilidad de las jubilaciones, ahora agravadas por el encarecimiento infame de los precios de los medicamentos. Esta parte de la escena política se complementa con la crisis al interior de La Libertad Avanza, tanto en el Parlamento como en el Gobierno.