EL MILITANTE SALTA – REDACCIÓN. – El caso de Loan, que en su momento conmocionó a la sociedad argentina, ha pasado casi al olvido. Este niño, convertido en símbolo de vulnerabilidad y negligencia estatal, fue noticia durante semanas. Sin embargo, su desaparición no sólo es física, sino también mediática: de ser el centro de titulares, ha quedado relegado a las sombras. En un contexto donde los medios de comunicación marcan el pulso de la opinión pública, resulta inquietante cómo ciertos temas, incluso aquellos que involucran vidas humanas, pueden ser desechados cuando dejan de ser «rentables». El caso de Loan es un ejemplo crudo de cómo la agenda mediática decide qué merece la atención y qué queda en el olvido.
La lógica mediática: el negocio de la noticia
Los medios de comunicación se han transformado, en gran parte, en empresas guiadas por criterios comerciales. Las noticias, antes de ser una herramienta para informar y sensibilizar sobre realidades humanas, se han convertido en un producto. Lo que no genera réditos o no se adapta a las necesidades del consumo masivo, simplemente se descarta. Así es como, cuando un tema como el de Loan dejó de generar impacto o ratings altos, fue reemplazado rápidamente por otro, sin importar la relevancia humanitaria o moral que pueda tener.
La historia de Loan, que en su momento provocó indignación y solidaridad, fue devorada por la misma dinámica mediática que la creó. Los medios establecen un ciclo que no se detiene: cada tragedia tiene un tiempo de vida útil y, cuando se agota, es desplazada por otro hecho impactante, sensacionalista o morboso.
La deshumanización detrás de la noticia
Loan no es solo un niño desaparecido, es también el reflejo de una estructura que deshumaniza a las personas, volviéndolas piezas desechables en la maquinaria de los medios. El hecho de que su caso ya no aparezca en los titulares revela cómo, en lugar de preocuparse por su bienestar o el de su familia, la atención mediática estuvo más vinculada a la capacidad del tema de generar controversia, pánico o emociones extremas, más que a una auténtica preocupación por su destino.
La familia de Loan, en medio de esta situación, ha quedado relegada. Así como los medios abandonaron el caso, también la sociedad, que muchas veces responde al ritmo que marcan las pantallas. El interés público es guiado por lo que los medios presentan como importante. En este sentido, el desaparecer de los medios es casi sinónimo de desaparecer para la sociedad en general. Sin la constante visibilidad mediática, Loan ha dejado de ser una preocupación colectiva.
El impacto moral en la sociedad
Lo preocupante no es sólo que Loan haya desaparecido de los medios, sino lo que esto revela sobre nuestra decadencia moral. La agenda mediática se ha convertido en una herramienta de manipulación, donde los valores éticos se sacrifican en aras de maximizar el negocio. La noticia, en lugar de informar y generar conciencia, se ha convertido en un espectáculo, donde los dramas humanos son reducidos a material descartable cuando ya no venden.
Este proceso de banalización tiene un impacto directo en el tejido social. Al ser bombardeados constantemente con nuevos temas y escándalos, las audiencias desarrollan una insensibilidad hacia los problemas profundos. Lo que ayer provocaba indignación, hoy es ignorado, y lo que hoy ocupa el centro de la atención será olvidado mañana. Así, la sociedad se transforma en una comunidad que carece de un compromiso moral duradero, volviéndose incapaz de mantener la atención y la acción sobre los problemas que realmente requieren soluciones a largo plazo.
El rol ético de los medios
Los medios de comunicación tienen una enorme responsabilidad ética en la configuración de la conciencia social. Son más que simples empresas; son formadores de opinión y, en muchos casos, el único canal a través del cual la población puede acceder a información sobre realidades lejanas o invisibilizadas. Sin embargo, al priorizar la lógica comercial por encima de la responsabilidad social, los medios contribuyen a una desintegración moral de la sociedad.
El caso de Loan es solo uno más en una larga lista de situaciones donde la cobertura mediática fue superficial, explotando la tragedia humana para luego descartarla. En lugar de enfocarse en el seguimiento, en la búsqueda de justicia o en la exposición prolongada de la negligencia estructural que llevó a su desaparición, los medios prefirieron moverse hacia otros temas más “frescos” y “rentables”.
La desaparición de Loan de los medios es un testimonio de cómo el periodismo actual, con excepciones, ha perdido su capacidad de generar una reflexión profunda. En vez de mantener el foco en problemáticas sociales duraderas, se ha convertido en un vehículo de noticias desechables, donde el dolor de las personas es utilizado para generar clicks, ventas y audiencia, sin ningún compromiso con la verdad o la justicia.
La desaparición de Loan de la familia mediática es, en última instancia, una metáfora de la decadencia moral de una sociedad que se mueve al ritmo de los medios de comunicación. Lo que fue un caso emblemático de vulnerabilidad infantil y negligencia estatal, ha sido dejado de lado, no porque se haya resuelto, sino porque dejó de ser rentable para los dueños de la información.
El negocio de la noticia, al anteponer la rentabilidad sobre la humanidad, contribuye a la erosión de la conciencia social y la decencia moral. Como sociedad, hemos permitido que la agenda mediática determine nuestros intereses y nuestra capacidad de empatía. Mientras Loan desaparece de los medios, también desaparece la responsabilidad que deberíamos tener hacia él y hacia todas las víctimas que, como él, han sido olvidadas por un sistema mediático que solo ve en ellos una oportunidad de negocio pasajera.
La pregunta que queda es: ¿hasta cuándo seguiremos permitiendo que los medios nos dicten cuándo preocuparnos y cuándo olvidar?