EL MILITANTE SALTA – REDACCIÓN. – El discurso del presidente Javier Milei, donde presentó el presupuesto nacional, se ha destacado no tanto por su contenido como por la «histórica caída» en los niveles de audiencia que acompañó su transmisión.

Este fenómeno es llamativo, ya que el anuncio del presupuesto, en cualquier contexto político, suele generar una importante atención mediática y pública debido a sus implicancias directas sobre la economía y la vida cotidiana de la ciudadanía. Sin embargo, en esta ocasión, los índices de audiencia fueron notablemente bajos, lo que sugiere un desinterés generalizado por parte de la población hacia el mensaje presidencial.

Entre las causas de tal “apagón mediático”, podrían consignarse las siguientes:

Refleja la fatiga política que afecta a una parte significativa de la sociedad argentina. Tras años de crisis económica, ciclos de promesas incumplidas y cambios drásticos de orientación política, es posible que muchos ciudadanos sientan una profunda desconfianza hacia los discursos políticos en general, más aún cuando se trata de temas técnicos como el presupuesto.

A pesar de la naturaleza crítica de este discurso, el nivel de escepticismo parece ser tan alto que muchos argentinos no esperan que las palabras del presidente se traduzcan en mejoras tangibles en sus vidas cotidianas. Por lo tanto, el discurso presidencial no generó la atracción necesaria para que la audiencia se conectara masivamente.

En segundo lugar, el público advierte la desconexión entre la agenda política y la sociedad. Milei, quien llegó al poder con un mensaje de ruptura y transformación radical del sistema, parece haber sufrido un distanciamiento entre su retórica inicial y la realidad de gobernar. Si bien muchos de sus seguidores esperan cambios rápidos y decisivos, el manejo de cuestiones como el presupuesto —técnico y complicado— no despierta el mismo fervor que sus promesas electorales.

Además, el enfoque de Milei en reformas de corte ultraliberal, como la reducción del gasto público y la eliminación de ciertos subsidios, puede estar desalentando a sectores de la población que temen perder beneficios económicos directos. El presupuesto, en este sentido, es visto como una herramienta de ajuste más que como una solución a los problemas estructurales del país, lo que ahonda la desconexión entre la agenda política del gobierno y las preocupaciones inmediatas de la gente.

Luego, la ausencia de novedades significativas que captaran la atención del público. En lugar de anuncios espectaculares o cambios radicales, su presentación siguió una línea esperada, con énfasis en la austeridad y la reducción del déficit fiscal, algo que ya había sido repetido en múltiples oportunidades por el propio presidente y su equipo.

El presupuesto de un gobierno como el de Milei, que prometió un cambio disruptivo, podría haber sido una oportunidad para mostrar medidas extraordinarias. Sin embargo, la falta de medidas claramente innovadoras o sorpresivas restó al discurso el carácter de evento mediático.

Desde lo mediático puntualmente, la caída del rating también puede ser vista en el contexto de una tendencia global hacia la fragmentación de la audiencia. Las plataformas digitales y redes sociales han alterado profundamente el consumo de información política, desplazando a los medios tradicionales como canales exclusivos para estos eventos. Es posible que parte de la audiencia haya preferido seguir el discurso a través de resúmenes, memes o análisis posteriores en Twitter, Instagram o YouTube, en lugar de sintonizar la transmisión en vivo.

La baja audiencia en televisión no necesariamente significa que nadie prestó atención al mensaje presidencial; podría indicar que las audiencias prefieren acceder a la información de manera fragmentada o bajo sus propios términos, algo muy común en la era digital.

Por último, y no es un dato menos, un adelantado desgaste de la figura de Milei en sí misma. Si bien sigue siendo un líder que moviliza a muchos, la transición de outsider disruptivo a presidente puede haber afectado la percepción de su mensaje. Milei sigue usando un discurso confrontativo, pero los ciudadanos están buscando más gestión efectiva que la reiteración de un relato de ruptura.

El desgaste de la retórica «anti-sistema», una vez en el poder, a esta altura ya está jugando un papel clave en la pérdida de interés en lo que dice el presidente, sobre todo si no se ve reflejado en resultados inmediatos.

En síntesis, la caída del rating durante el discurso de Javier Milei sobre el presupuesto estaría reflejando el síntoma de un malestar mayor en la relación entre la clase política y la ciudadanía.

El hecho de que incluso un tema tan importante como el presupuesto no haya generado el interés esperado debería ser una señal de alerta para el gobierno. El desafío de Milei no es solo la gestión económica, sino también reconectar con una población que, al parecer, se ha distanciado del debate político tradicional.

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