EL MILITANTE SALTA – REDACCIÓN. – El presidente Javier Milei se la rebelado como un individuo con una capacidad inusitada para descalificar a quienes no piensan como él, pero esta vez ha tocado una fibra extremadamente sensible del tejido social argentino: la universidad. Milei, en su megalomanía, parece no comprender el abismo entre sus discursos incendiarios y la realidad de lo que significa la universidad para el pueblo argentino.
La universidad, históricamente, ha sido un pilar fundamental en la construcción de los grandes cambios sociales en Argentina. Desde la Reforma Universitaria radical de 1918, que abrió las puertas de la educación superior a los hijos de los obreros e introdujo el Cogobierno universitario, la Autonomía universitaria y la Libertad de Cátedra, democratizando su acceso hasta la creación de la universidad gratuita por Juan Domingo Perón. Esta Institución -la universidad- ha sido, también, el escenario de tensiones, como ocurrió durante la Noche de los Bastones Largos en 1966, cuando el gobierno militar atacó a académicos y estudiantes, sin olvidar que la universidad también fue cuna de los movimientos revolucionarios y guerrilleros en los años setenta.
Milei, con su profundo desprecio por la historia argentina y las Instituciones de la República y aún aquellas que sostienen al país, no parece advertir que al adelantar que vetará la Ley de Financiamiento Universitario, ha pulsado la cuerda más sensible de la sociedad, y sobre todo de la clase media argentina.
El presidente y su gabinete -como se diría en el campo, «chocó con penkas», generando una fuerte reacción en un sector muy amplio y diverso de la sociedad argentina. Este veto no sólo afecta a los estudiantes y docentes, sino que toca fibras sensibles relacionadas con la historia y el papel transformador de la educación en el país. La movilización que ha surgido a raíz de esta decisión refleja un descontento generalizado que se extiende más allá de las fronteras del ámbito académico, involucrando a padres, jubilados y trabajadores, todos unidos en defensa de un derecho fundamental.
El rechazo a esta medida representado en las multitudinarias marchas en todo el país, resalta la importancia de la universidad en el desarrollo social y cultural de Argentina, así como su capacidad para ser un espacio de resistencia ante políticas que se perciben como despectivas o perjudiciales. La reacción contra el veto pone de manifiesto la necesidad de considerar cómo las decisiones del gobierno impactan en la vida de los ciudadanos y en el futuro del país.
El veto presidencial y su actitud beligerante han provocado que la protesta del 2 de octubre no sea sólo de universitarios o de los llamados «zurdos de mierda», como Milei se refiere despectivamente. Esta marcha está compuesta por todo el pueblo argentino, que dice ¡Basta! Las calles hoy están llenas de quienes ven en la universidad algo que trasciende lo político, algo que resume el sueño colectivo de un futuro mejor. Milei debería leer correctamente este mensaje y entender que con la universidad no se juega, porque tocarla significa atacar el corazón de la nación.
Esta movilización es un recordatorio de que la universidad es más que un espacio de formación, es una fuerza viva que ha moldeado y seguirá moldeando el devenir de la Argentina.
Es además, un recordatorio, de que el amplio sector de la deteriorada clase media, está dispuesto a resistir a todo tipo de autoritarismo malevo.