EL MILITANTE SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA. – El próximo 18 de octubre, la Orquesta Sinfónica de Salta, bajo la Dirección General del Maestro, José Mario Uribe, presentará la Novena Sinfonía de Ludwig Van Beethoven, junto a 100 voces pertenecientes al Estudio Coral de Salta dirigido por el Maestro Luciano Garay. Entendemos como una buena oportunidad ésta para desarrollar algunos aspectos del genio alemán y cómo completamente sordo, pudo “bajar” melodías celestiales.

En efecto, Beethoven, especialmente en los últimos años de su vida, pareciera haber desarrollado una profunda relación con lo trascendente a partir de su sordera que lo aislara completamente del mundo. Su música, siempre innovadora y poderosa, rompió con las convenciones de su tiempo y llevó a la audiencia a territorios hasta entonces inexplorados. En sus composiciones más tardías, como sus últimos cuartetos y sinfonías, es posible percibir una inspiración que parece venir de una fuente superior, de un lugar que va más allá del intelecto o de la razón. Esta fase de su carrera está impregnada de una complejidad emocional y técnica que muchos consideran casi divina.

La percepción común sobre Beethoven lo sitúa como un genio atormentado, enfrentando la pérdida de la audición y la soledad, pero quizás en esa misma lucha radica la clave de su grandeza. Su aislamiento, tanto físico como emocional, podría haber sido el puente que lo conectó con lo que podríamos llamar una «dimensión superior». En esta etapa, su música no se limitaba a ser una expresión de emociones humanas, sino que parecía trascenderlas, como si estuviera recibiendo mensajes de un plano más elevado. La intensidad de estas composiciones refleja una especie de diálogo interior, donde lo humano y lo divino se encuentran.

Un ejemplo claro de esta trascendencia es su Novena Sinfonía, una obra que, a pesar de su sordera total, logró componer como si escuchara una música que el resto del mundo no podía percibir. Más allá de su monumental estructura musical, la Novena es un canto a la fraternidad universal y a la unidad del ser humano con el cosmos. El famoso Himno a la Alegría, en su clímax coral, parece evocar una conciencia colectiva, una hermandad espiritual que une a todos los seres humanos más allá de fronteras, ideologías o creencias. Aquí, Beethoven parece estar canalizando algo más grande que él mismo, una inspiración que sólo podría describirse como una sintonización con lo trascendental.

La sordera, que para cualquier otro habría sido una tragedia devastadora, se convirtió en su puerta de entrada hacia una conexión con su mundo interior, e incluso con algo más allá de lo terrenal. Este aislamiento físico, lejos de limitarlo, lo impulsó hacia una introspección profunda, y su música, en esta etapa, refleja una pureza y una claridad que solo podría explicarse como el producto de una conciencia elevada. La Novena Sinfonía, como sus últimos cuartetos de cuerda, son testimonios de esta conexión espiritual que Beethoven parecía haber alcanzado, una especie de maestro de la música que nos guiaba hacia una experiencia sonora cercana a lo místico.

Proponemos en esta ocasión, meditar en el cuartero Op. 132 de Beethoven, que junto a otros cuarteros son considerados por muchos como su obra más introspectiva y espiritual.  Este cuarteto contiene un movimiento titulado «Canto de agradecimiento de un convaleciente a la divinidad», que refleja una profunda conexión con lo divino y la trascendencia.

En este sentido, Beethoven no sólo fue un genio musical, sino también un visionario espiritual, capaz de transformar el dolor, la soledad y el silencio en una música que sigue resonando en lo más profundo del alma humana, siglos después.

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