EL MILITANTE SALTA – REDACCIÓN. – La primera pregunta que surge es ¿Qué consecuencias puede tener para la República Argentina el anuncio del presidente, Javier Milei, ante la ONU de abandonar la posición de neutralidad histórica?

Para comprender la situación, hay que recordar que esa política de neutralidad de Argentina se consolidó durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, especialmente en el contexto de la Primera Guerra Mundial. El canciller de ese entonces, José María Saavedra Lamas, fue fundamental en la implementación de esta política, que buscaba mantener a Argentina al margen de conflictos internacionales y enfocarse en el desarrollo interno.

Saavedra Lamas fue conocido por su enfoque pacifista y por promover la resolución de conflictos a través de medios diplomáticos. Durante su gestión, Argentina adoptó una postura de neutralidad activa, participando en foros internacionales como la Sociedad de Naciones y promoviendo acuerdos de paz en la región.

De allí que la neutralidad se convirtiera en un principio clave de la política exterior argentina, influyendo en decisiones futuras y en la forma en que el país se relaciona con el resto del mundo.

Recientemente, el presidente, Javier Milei, en su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU, anunció que Argentina abandonará su tradicional posición de neutralidad histórica, luego de criticar a ese Foro en el seno mismo de la Asamblea describiéndola como una organización que ha desvirtuado sus principios originales y se ha convertido en un «Leviatán» que impone una agenda ideológica a los estados miembros. Según Milei, la Agenda 2030 de la ONU es un programa de gobierno supranacional que atenta contra la soberanía de los estados y los derechos individuales.

A renglón seguido, Milei propuso que Argentina no apoyará más políticas que restrinjan las libertades individuales y afirmó que el país tomará un papel más activo en la defensa de la libertad en el ámbito internacional.

Así, Milei, ya incorporó a la Argentina al grupo de países que apoyan militarmente a Ucrania, pidió el ingreso como socio global de la OTAN y declaró su apoyo incondicional al gobierno de Israel en relación con la guerra en Medio Oriente.

¿Y el Congreso?

Todas estas determinaciones han sido tomadas por el presidente, Milei, sin pasar por el Congreso, siendo que la Constitución Argentina establece que ciertos aspectos de la política exterior deben ser aprobados por el Congreso. Según el artículo 75, inciso 22, el Congreso tiene la facultad de aprobar tratados internacionales, lo que implica que un cambio significativo en la política exterior, como el abandono de una posición de neutralidad histórica, podría requerir su aprobación.

No obstante, existe una tradición aceptada en relación a que los presidentes realicen anuncios en foros internacionales y manejen la diplomacia de manera autónoma en el día a día, especialmente en temas que consideran de seguridad nacional o estratégicos. El problema es asumir esta posición tan firme y determinante, sobre todo con Israel, en un momento tan delicado de la situación internacional que hasta podría colocar a la República Argentina como objetivo militar del bloque oriental.

Según la opinión de algunos expertos, sugieren que el alineamiento de Argentina con la OTAN, aunque puede ofrecer beneficios en términos de cooperación militar y defensa, también podría implicar riesgos. En particular, podría aumentar la exposición del país a posibles represalias o conflictos en caso de que las tensiones globales se intensifiquen .

El argumento central de esta preocupación es que, al abandonar la neutralidad, Argentina podría verse involucrada indirectamente en conflictos ajenos, lo que podría tener consecuencias graves tanto a nivel diplomático como de seguridad nacional. La idea de que un país relativamente pequeño se convierta en un campo de batalla geopolítico no es infrecuente en el contexto internacional actual.

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