EL MILITANTE SALTA – REDACCIÓN. – Una vez más, el kirchnerismo juega sus cartas de manera implacable, sin importar las consecuencias que su ambición de poder puede acarrear para el peronismo y, peor aún, para la estabilidad política del país. Este lunes, Cristina Kirchner, a través de sus apoderados, reservó el nombre de su lista para competir en las elecciones partidarias del próximo 17 de noviembre, dejando en claro que sus aspiraciones de controlar el PJ Nacional no tienen límites. Lejos de promover la unidad, su movimiento abre una grieta aún mayor en un partido que, a estas alturas, parece estar más cerca del colapso que de una revitalización.

El gobernador Ricardo Quintela, un hombre que ha demostrado su lealtad y vocación de unidad, se ha mantenido firme en su derecho a competir por la presidencia del partido. A pesar de que la ex presidenta sigue mostrando sus músculos políticos y asegurando que tiene el aval de la mayoría de los PJ provinciales, Quintela no se rinde. Su candidatura representa algo más que una simple disputa interna: es la última oportunidad para que el peronismo recupere su esencia y se aleje de la voracidad destructiva del kirchnerismo.

Cristina Kirchner, cuyo poder ha estado en declive desde su salida de la Casa Rosada, se aferra a la idea de conducir el PJ como si de un último bastión se tratara. Sin embargo, su vuelta al poder dentro del partido solo aceleraría la desintegración de una estructura política que durante décadas fue el motor de la Argentina. Analistas ya advierten que su llegada a la cima del PJ sería el golpe de gracia para una fuerza política que alguna vez representó el sentido de justicia social y unidad nacional.

El kirchnerismo, con su estilo sectario y su personalismo exacerbado, ha destruido puentes dentro del peronismo y en la sociedad en general. No hay lugar para el disenso, no hay espacio para el diálogo. Todo gira en torno a las necesidades y deseos de una sola figura, la de Cristina, mientras los problemas reales del país se ven eclipsados por su obsesión por el control.

Por otro lado, Quintela representa la posibilidad de salvar lo que queda del partido. Su liderazgo, mucho más inclusivo y menos centralista, refleja lo que el PJ necesita en estos tiempos: un regreso a las bases, a los valores tradicionales del peronismo que siempre buscaron la justicia social, el trabajo digno y la unidad. Mientras Cristina representa el fin de una era dominada por la polarización, la confrontación y el relato vacío, Quintela ofrece la oportunidad de abrir un nuevo capítulo para el peronismo, uno que realmente escuche a sus bases y lidere un proceso de reconstrucción.

No es una sorpresa que muchos dentro del partido vean con temor la posibilidad de que Cristina se haga con la conducción. Lo que está en juego no es solo la presidencia del PJ, sino la misma supervivencia del partido. Dirigentes de todo el país saben que un PJ controlado por el kirchnerismo se enfrentaría a una rápida fragmentación. Como ya lo advirtieron varios analistas, una Cristina en la cima del partido provocaría la fuga de los peronistas tradicionales, los gobernadores, los intendentes y cualquier otro sector que aún cree en la importancia de un partido amplio, inclusivo y federal.

Aún peor, este movimiento solo facilitaría el avance de fuerzas externas que ya han demostrado su capacidad para capturar el descontento social, como La Libertad Avanza, el partido de Javier Milei. Un PJ dividido, debilitado y atrapado en las viejas luchas internas kirchneristas, solo le abriría el camino a la oposición para que «gane caminando», como ya se ha advertido.

En este contexto, Quintela emerge como una opción razonable, capaz de reconstruir el partido desde una perspectiva de unidad y sentido común. Su promesa de liderar un proceso de renovación interna y de establecer un PJ verdaderamente federal y abierto es el único camino viable para que el peronismo vuelva a ser una fuerza política relevante en la Argentina. Los tiempos de Cristina ya han pasado, y su insistencia en volver al poder dentro del PJ solo acelerará el fin de una era política que, lejos de generar esperanza, ha traído división, estancamiento y un desgaste implacable.

El peronismo está en una encrucijada histórica. O se renueva de la mano de líderes como Quintela, que comprenden que el futuro del partido depende de la unidad y de una verdadera apertura, o se sumerge en el abismo de la irrelevancia bajo la sombra del kirchnerismo. Para muchos, la respuesta es clara: Cristina Kirchner no es la solución, sino el problema.

Es hora de que el PJ tome una decisión crucial: mirar hacia el pasado o mirar hacia el futuro. Y en ese futuro, Quintela representa la esperanza de una verdadera renovación.-

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