EL MILITANTE SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA. – En las vísperas de una fecha tan cara al peronismo, donde los que analizamos la historia y contemplamos el presente, notamos que el único partido con posibilidades de aglutinar a la oposición está disperso, desmotivado y con lealtades indistintas, pensamos que es bueno reflexionar sobre esa frase de Perón que proponía a los trabajadores y ciudadanos en general ser protagonistas de su propio destino, sin someterse a las ambiciones o intereses ajenos, especialmente aquellos de sectores de poder que intentaban manipular al pueblo para su propio beneficio.

Precisamente, porque mañana, cuando los peronistas celebrarán el Día de la Lealtad, una fecha que en su origen marcó un hito de unidad y fervor popular, hoy, uno no puede evitar preguntarse: ¿qué es exactamente lo que van a conmemorar? El Movimiento que alguna vez fue sinónimo de justicia social, soberanía política e independencia económica aparece desguazado, sin una dirigencia clara y, peor aún, atrapado en luchas internas que lo han dejado irreconocible.

En este contexto, resulta irónico -y hasta impúdico- que Cristina Fernández de Kirchner, condenada por la justicia e inhabilitada a perpetuidad para ejercer cargos públicos, pretenda seguir representando al peronismo. Una mujer que, más allá de sus causas judiciales, ha sido artífice de la profundización de las divisiones en el país. ¿Cómo puede alguien con semejante prontuario erigirse como símbolo de un movimiento que supo poner a la Patria por encima de todo? Es, sin duda, uno de los grandes absurdos de la política actual.

El peronismo, desde los tiempos de Carlos Menem y, más aún, con los Kirchner, ha sido víctima de un progresivo vaciamiento de sus principios fundacionales. Las banderas de justicia social, redistribución equitativa y fortalecimiento del Estado nacional fueron reemplazadas por una voraz búsqueda de poder personal y alianzas espurias que se alejaron de los intereses del Pueblo. En lugar de ser un bastión del trabajo y la producción, el movimiento terminó siendo rehén de un aparato burocrático y corrupto que se acomodó al juego neoliberal que tanto aborreció Perón.

El golpe más duro vino bajo el mandato del actual presidente, Javier Milei, que, con su abierta aversión a los valores peronistas, particularmente el de la Justicia Social, ha logrado algo impensable: dejar al Movimiento sin capacidad de respuesta. Un peronismo vencido de antemano, sin rumbo y sin el nervio combativo que lo caracterizó en sus mejores épocas. La dirigencia, en vez de enfrentar este embate con unidad y visión estratégica, ha quedado paralizada, recordándonos que hace tiempo olvidaron la máxima de Lealtad: «Primero la Patria, luego el Movimiento y, por último, los hombres».

La LEALTAD, esa palabra que tanto resonaba en los corazones peronistas hoy yace vacía de contenido. Lo que antes era un principio rector del accionar político se ha diluido en personalismos y ambiciones. Aquella estructura que alguna vez abrazó la justicia social y la igualdad de oportunidades se ha fragmentado, dejando espacio para que figuras cuestionables usurpen la conducción.

Así, la gran pregunta que surge es: ¿qué van a celebrar mañana los peronistas? ¿Lealtad a qué o a quién? La herencia de Juan Domingo Perón parece hoy más lejana que nunca, y el Movimiento que alguna vez fue la columna vertebral de la política argentina se tambalea ante el vacío de liderazgos genuinos y comprometidos.

La lealtad que resuena en los actos y discursos se ha convertido en una palabra hueca, repetida como un eco de lo que alguna vez significó. Quizás mañana, más que celebrar, los peronistas y todos los argentinos debiéramos reflexionar profundamente sobre cómo es que llegamos a este punto.

Perón creía firmemente en la autodeterminación de los pueblos y en la necesidad de que los ciudadanos asumieran un rol activo en la construcción de su propio futuro, en lugar de ser manipulados por sectores con intereses mezquinos o egoístas. Menos todavía por quien ha destruido los principios liminares del peronismo y hoy pretende volver a dirigir al Partido Justicialista.

Conviene recordar que Perón pronunció aquella frase buscando empoderar a los trabajadores y a los sectores populares. Su idea era que el Pueblo debía tener el control sobre su destino, tanto en lo político como en lo social y económico, como una praxis política que enfrentara a las elites económicas y políticas que buscaban perpetuar su poder, a menudo en detrimento de las clases trabajadoras.

En este punto es donde resulta necesario retomar para el peronismo y para todos los partidos de oposición los conceptos justicia social y de dignidad del trabajo. Se trata de una pedagogía que la clase política ha olvidado como es enseñar a los ciudadanos que no sean sólo simples piezas en un engranaje controlado por las oligarquías o intereses extranjeros. Claro, a esto decirlo así, es una utopía.

Al decir que debían ser «artífices de su propio destino», Perón les estaba recordando -y nos recuerda- que el Pueblo tiene el poder y el derecho de organizarse, de luchar por sus derechos y de construir una sociedad más justa en la que no seamos explotados o utilizados como herramientas de intereses ajenos.   

Perón quiso que los trabajadores dejaran de ser instrumentos del sistema para convertirse en agentes del cambio del tiempo social. Hoy, esa figura se transforma en una imperiosa necesidad para equilibrar lo que está sucediendo.

En las actuales circunstancias, esa frase sigue teniendo vigencia no sólo para el peronismo sino para toda la política argentina. Cuando vemos que desde el brazo político del gobierno nacional se está incentivando la formación de una juventud fanatizada, que sólo repite frases hechas y con un sentido de odio visceral hacia el que piensa distinto, es cuando el Justicialismo, en un CONSENSO MULTIPARTIDARIO, debe salir a la palestra a levantar nuevamente las Banderas tradicionales de su doctrina. Volver a los valores originales del Movimiento pero con una visión de futuro e integradora de otras fuerzas, de otros pensamientos y de otros protagonistas.

Si esto no se hace y se deja que Cristina Fernández termine “conduciendo” al justicialismo, estamos perdiendo el tiempo. Y tiempo, es lo que ya no hay.

Esta noción de autonomía se conecta con la necesidad de defender la soberanía nacional, cuando vemos que el presidente Milei le presta el balcón de la Casa Rosada para saludar al ex primer ministro británico, Boris Jhonson, lo cual representa una afrenta a los argentinos y en particular a los Veteranos de Guerra de Malvinas y los muertos en esa Gesta; entonces, es necesario repensar las categorías políticas desde principios y valores nacionales.

En definitiva, es necesario devolverle autonomía al Pueblo, a sus organizaciones sociales, a las Instituciones de la República, reflexionar sobre el papel activo que deben tener los ciudadanos en la política y en la vida pública, buscando siempre el bien común y defendiendo su capacidad de decidir su propio destino, sin ceder a las ambiciones ajenas.

Hoy, la primera Lealtad necesaria es con la Patria, con nosotros mismos y sobre todo, con nuestra descendencia. –

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