EL MILITANTE SALTA – REDACCIÓN. – El reciente festejo de Javier Milei en la Casa Rosada, con la imposición de usar corbatas rojas a sus funcionarios en honor a la victoria de Donald Trump, ha dejado una fuerte impresión en la sociedad argentina. Este acto, que a primera vista podría parecer una simple celebración, representa mucho más: es una inquietante señal de subordinación y de falta de identidad política propia.
Para muchos argentinos, es preocupante el alineamiento total con el estilo y los símbolos de Trump, que evidencia una falta de autonomía política y una predisposición a seguir directrices externas sin el más mínimo cuestionamiento. Las corbatas rojas en los funcionarios de un gobierno que debería ser soberano se perciben como una declaración implícita de vasallaje, una rendición política y cultural que va mucho más allá de una afinidad ideológica.
¿Dónde queda la identidad y el interés nacional? Al adoptar tan literalmente los símbolos y estilo de Trump, Milei parece dar la espalda a la construcción de un proyecto verdaderamente argentino, resignando la oportunidad de consolidar una visión propia en un momento en el que el país necesita liderazgo genuino y autónomo. Lejos de liderar con una personalidad distintiva, esta demostración de Milei apunta a una peligrosa dependencia ideológica que amenaza con dejar a Argentina sin voz propia en el ámbito internacional.
Este gesto plantea una pregunta esencial: ¿hasta qué punto Milei está dispuesto a entregar la soberanía simbólica del país? Para sus críticos, el festejo de Milei por Trump no es sólo una muestra de apoyo, sino un preocupante primer paso en una «entrega» que Argentina no puede permitirse.