EL MILITANTE SALTA – POR LIZI MEJÍAS. – Existe una vieja anécdota popular que advierte sobre el daño irreparable de orquestar una calumnia y de que los demás la repliquen alegre e irresponsablemente. Cierta vez un sabio pidió a un calumniador que desplumara una gallina contra el viento y luego recogiera cada una de las plumas. La tarea, por supuesto, era imposible.

Del mismo modo opera una mentira o una calumnia; una vez echada al viento de las redes sociales donde no existe legislación ni regla ética o moral alguna, lo dicho se dispersa irremediablemente, causando daños que no pueden repararse.

Hoy, el alto consumo de contenidos que se viralizan en las plataformas de Internet son aprovechados por individuos tenebrosos que haciendo gala de la cobardía propia de los infames, se han empeñado en montar la más inmoral de las campañas mediáticas esparciendo -como las plumas- al viento videos de dudosa procedencia y contenido.

Ahora, cuando estos verdaderos subversivos que como diría Evita Perón “desde sus guaridas asquerosas”, desgarran el honor de hombres y mujeres públicos, esta metáfora de la gallina desplumada cobra especial relevancia. Porque a la desinformación falaz y calumniosa, se le suma una ciudadanía que consume indiscriminadamente contenidos en redes sociales potenciando el daño al infinito. El uso de Tik-Tok -por ejemplo-, sin filtro ni cuestionamiento, dejatras de sí un vendaval de desprestigio y sospechas que daña no sólo a las personas mencionadas, sino a todo el tejido social.

Si la sociedad es un organismo, un virus que ingresa, la enferma, la corroe y finalmente, un día podrá hasta incluso destruirla.

El silencio es complicidad

En medio de esta tempestad, sorprende el silencio de quienes tienen el deber de informar con rigor: el periodismo. Un silencio, que además se agrava toda vez que faltan a uno de los principios liminares y fundantes del peronismo: la lealtad. Un principio que, lejos de ser obsecuencia o servilismo, implica reconocer a quienes han dado apoyo y sustento. No existe en Salta, periódico papel, portal web, programa radial o televisivo, que pueda decir que alguna vez el gobernador Gustavo Sáenz, le haya pedido “un favor”; o más aún, les haya ordenado el típico “De eso no se habla”. Sin embargo, el compromiso ético de defender lo justo o, al menos, de verificar antes de amplificar, no se encuentra visible. Y sabemos por principio de orden y moral cristiana que se peca de acción y también de omisión. Para dejarlo más claro todavía, recordamos ese viejo dicho gaucho: “Es tan culpable el que mata, como el que tiene de la pata”.

No es una cuestión menor esta falta a la ética de parte del periodismo rentado, porque más allá de la cuestión de la ética profesional, emerge con fuerza, el sentido del «ethos»; es decir, la naturaleza esencial de las cosas. Cuando este principio se distorsiona, se despoja de sustancia a quien lo traiciona y cae la veracidad de esa persona o medio periodístico. Lo decimos con toda justeza, con toda autoridad moral: el periodismo ha perdido su esencia, dejando un vacío ético que reclama justicia. No se trata de censura, sino de equidad: quienes no respetan los fundamentos de su profesión, ¿merecen el apoyo de la sociedad y del gobierno?

¡O, tempora, o mores!», decían los antiguos indignados ante la decadencia moral y las malas costumbres de su época, especialmente en el contexto de la corrupción y las intrigas políticas de la Roma de su tiempo. El olvido es desagradecimiento y también en cierta forma integra la corrupción del cuerpo social. Lo decimos así, ante una sociedad que parece haber olvidado los logros del gobierno provincial, como la consolidación de la Mesa del Litio, las valiosas negociaciones con tabacaleras chinas, o la firmeza con la que Sáenz defendió el federalismo frente a un gobierno nacional centralista. Fue Sáenz quien, con el «Pacto de Güemes», extendió una invitación generosa para que toda la sociedad se uniera no tras un gobierno, sino en torno a un concepto de provincia.

La cuestión que planteamos excede a lo político. Nadie se engañe pensando en que batimos el apoyo a un gobierno de manera antojadiza, sino que lo hacemos desde la tribuna desde la cual fundamos este Medio, “El Militante”, cuyo nombre es un juramento en sí mismo, porque son las Causas nobles las que se militan. ¿Y existe causa más noble que militar por la Verdad?

Denunciamos a los traficantes de toda información nefanda, pero también señalamos a los que guardan el silencio cómodo de los acomodaticios. Porque si hoy, no baten las banderas de la indignación frente la calumnia; ¿Podrá esperar lealtad el próximo que viniera?

Es hora de replantear nuestras prioridades. Si seguimos permitiendo que la gallina continúa siendo despojada de sus plumas sin control, no sólo seremos cómplices en el ajusticiamiento público del honor de las personas, sino también de nuestra capacidad como sociedad de diferenciar lo justo de lo falso.

Frente al viento de la calumnia, sólo nos queda la valentía de exigir ética y memoria. Compromiso y lealtad. Y sobre todo, militancia por la Verdad.

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