EL MILITANTE SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA. – En el paisaje mediático actual, especialmente en Salta, el periodismo ha caído en una espiral de superficialidad y desinterés por los temas de fondo. Las redacciones ya no producen editoriales ni notas de opinión que aborden cuestiones de interés general como la historia, la filosofía o la teología, incluso, que debería tener su espacio en una provincia que presume de ser “tan católica”.
Mucho menos se trata nada sobre la coyuntura bélica internacional donde eso que parece tan lejano, se hará una realidad próxima apenas colapse el Estrecho de Ormuz, por ejemplo. Ni hablemos de que se trate para informar lo que sucedería en el caso de un conflicto bélico generalizado. No, ni una línea.
No existen, por ejemplo, la crítica literaria ni los contenidos culturales. Menos aún se aventuran en análisis políticos serios. Lo que antes era un oficio noble, con periodistas comprometidos en arrojar luz sobre la realidad, ha sido reemplazado por una rutina mecánica de copiar y pegar información sin contexto ni análisis.
En lo político, no existe oposición en el periodismo. Y si la hay, entienden por oposición a la denuncia, en un 99%, sin fundamento ni pruebas; cuando oposición significa señalar el error y oponer una propuesta. Nadie en el periodismo puede proponer nada porque el conocimiento académico de los periodistas se ha perdido.
Lamentablemente, las redacciones y los micrófonos han siendo ganados por manadas de semianalfabetos, verdaderos ágrafos y personajes que pareciera que piensan que utilizar un vocabulario soez les otorga soporte y hasta “importancia”. Los ciudadanos han perdido la costumbre de escuchar o leer opiniones fundamentadas; todo se reduce a lo chabacano y mientras más vulgar, más exitoso resulta.
El periodista viene siendo reemplazado por el “influencer” o el “instagramer”, o cualquier otro tipo de “gramer”, de pelos tan descoloridos como sus pensamientos. Típicos representantes de la sociedad líquida de Bauman, que basan su consistencia, precisamente, en su inconsistencia. Lo vemos en los “grupos de periodistas”, donde se titula como “Último momento” el robo de una gallina, pero ninguno es capaz de analizar el saqueo del país, o hacia dónde nos conduce la ausencia de un sistema educativo sólido, por ejemplo. ¡Ni qué hablar de una crítica en base de la historia -ni reciente-, porque confunden a Perón con Sir Tristán (Sin Isolda, claro)!
El periodismo fundó a este país. Anticipó los tiempos políticos y desde las plumas se acuñaron las Instituciones de la Patria. Los periodistas fueron los autores de las primeras leyes y los grandes debates políticos se dieron en los diarios: “La Nación”, “El Capital”, “La Razón”, desde donde Bartolomé Mitre discutía con los nacionalistas de Adolfo Alsina, y los conservadores zanjaban diferencias a través de José C. Paz, por ejemplo. Para los no avisados, les decimos que el “Trauma Clarín”, comenzaría pasada la mitad del siglo XX; pues he de decir, que un kirchnerista autopercibido periodista, es el producto cultural más decadente, en cuando mezcla fanatismo e ignorancia. Batir un tarro de nitroglicerina es menos peligroso. El fanático libertario, no le va en zaga, pero de ultraderecha. El justo medio de la prudencia predicada por Aristóteles, no existe.
La ignorancia campea y la anarquía mediática está alcanzando niveles apocalípticos. El horóscopo tiene más autoridad formativa que la efeméride, y el video anónimo adquiere carácter de noticia sin importar que no tenga fuente que la sustente. Llaman oposición a decir que fulano anda con otra mujer o que de noche es travesti. Defienden vigorosamente a una persona condenada porque la ética es un concepto que suma como el desaparecido 30001, suponiendo que ése haya sido el número, al que también defienden siendo incapaces de ubicar el contexto en que esas aberraciones se cometieron.
Tan profunda es esta crisis, que un programa de alcance nacional toma datos a partir de un video protagonizado por un sujeto asesinado por supuesto cómplice de narcotráfico y desde la pantalla se afirma categóricamente que fulano, sutano y perengano “son narcotraficantes”. Esto es posible -porque hay que decirlo-, gracias al silencio de los fiscales y la ausencia de una justicia operativa lo que promueve que la gente crea más a una cámara de televisión que una Cámara judicial. Ya lo decía San Agustín en “De Civitate Dei”: «¿Qué son, pues, los reinos sin justicia sino grandes bandas de ladrones?”.
En la provincia de Salta, los medios «minúsculos» y los «grandes» por igual parecen atrapados en una carrera donde todos compiten aceleradamente por ganar el primer puesto en la irrelevancia. Ser periodista ya no implica preparación ni rigor intelectual; ahora basta con tener una página web, contratar un espacio de radio o televisión, y pasar la gorra para sostenerse mendigando una pauta publicitaria. Este modelo ha empobrecido el discurso público y convertido a los periodistas -seamos generosos en la designación- en simples replicadores de datos, carentes de profundidad y de compromiso social.
En este contexto tan temerariamente decadente, la irrupción de herramientas como la inteligencia artificial (IA) plantea un desafío aún mayor. Muchos confían en que estas tecnologías resolverán las carencias del oficio, pero ignoran que, sin conocimiento humano sólido, la IA no es más que un espejo de nuestras propias debilidades. En lugar de enriquecer el contenido, la IA corre el riesgo de amplificar la superficialidad y perpetuar el fenómeno de las fake news, si no se utiliza con criterio y responsabilidad. ¿Cuántas veces la IA nos ha respondido con datos equivocados?
El periodismo debe ser una profesión dedicada a la búsqueda de la verdad, un oficio que combine rigor intelectual y compromiso ético. En lugar de copiar y pegar, los medios deberían retomar la producción de contenido original, con voces que se atrevan a opinar, analizar y contextualizar. Porque en un mundo saturado de datos vacíos, la calidad del pensamiento es lo único que puede salvar al periodismo de su decadencia. Claro… necesitaríamos otro artículo no menos extenso para explicar qué es el pensamiento…
El caso más patético de esta decadencia lo estamos palpitando en Salta con la zaga de videos anónimos que no denuncian, sino que calumnian. No es poca cosa, porque la diferencia entre ambos términos amerita condena penal. Y en esto no juega una defensa a los denunciados sino un concepto de prudencia. Notamos con piadosa compasión cómo algunos sujetos embanderados en La Libertad Avanza, toman estos videos y realizan comentarios realmente temerarios, osados e irreflexivos, asumiendo un gesto adusto y una gestualidad que el mismo Demóstenes o Cicerón envidiarían para sus filípicas.
El periodismo serio y profesional ejecuta sus actos y expone su opinión a partir de “fuentes confiables” o con pruebas al canto. En una época donde algunos “periodistas” comparten el rebuzno escuchado y el público que es menos avisado todavía, promociona ese mismo rebuzno, la honra, el honor, la vida privada, la propiedad, la libertad y hasta la vida de un acusado se ponen en juego a título gratuito. ¿No es acaso que la “libertad es el respeto irrestricto a…”?
Es claro que también existe una laguna en materia de comunicación oficial. De todos los medios que cobran su pauta oficial, no hemos visto a ninguno que oponga una opinión, ni siquiera de defensa obsecuente, pero al menos con criterio de prudencia frente a tales divulgaciones, porque aquí no se ataca a funcionarios, no se ataca sólo a la figura del gobernador ¡Se está atacando a las Instituciones de la República! ¿O será que el periodismo dejó ya de ser el cuarto poder del Estado?
El silencio de todo el periodismo frente a estos atentados a la integridad institucional, lo convierte en cómplice de una situación que de continuar así en las redes sociales puede tornarse inmanejable y peligrosa. Porque hoy se denuncia alegremente a este, ese o aquel. Mañana, podrá ser uno de los que pudiendo haber defendido la Verdad y la República, se callaron. Si hoy atacan a un gobierno desde la clandestinidad, mañana podrán hacer lo mismo con la honra de la madre, de la esposa o de la hija de alguno de los que pudiendo opinar se mantienen en el silencio. Y el problema para el atacado será que nadie lo defenderá.
Porque le ocurrirá aquello que el pastor luterano alemán Martin Niemöller, dijo en su célebre poema, donde reflexiona sobre la inacción ante las injusticias y persecuciones durante el régimen nazi:
«Primero vinieron por los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no hablé porque no era sindicalista…».
Así, hoy callan cuando vienen por los supuestos traficantes y corruptos, pero callan, porque no son traficantes ni corruptos. Pero un día pueden venir por ellos.
Y no habrá entonces quién los defienda a ellos.
Sería bueno que las nuevas camadas de periodistas y los que tienen medios “grandes”, pero no son periodistas, tiendan a recuperar la esencia del “Oficio más hermoso del mundo”, según lo definió Gabriel García Márquez. Sería bueno que el periodismo recupere su esencia: la de ser un faro en medio de la desinformación, un constructor de puentes entre los hechos y la ciudadanía, y no un eco vacío de la inmediatez. Sin esa ambición, el futuro del oficio estará condenado a la irrelevancia definitivamente. –