Es muy importante la decisión que tomó el gobierno de sacar toda la simbología peronista de los edificios públicos.
El peronismo sigue siendo fascista y, por eso, han llenado el país de sus fetiches partidarios. Ver cómo se quitan imágenes de Evita, Néstor y de todos los símbolos peronistas es una gran medida en términos de la batalla cultural. Los lugares públicos son de todos, y el peronismo se los apropia.
Es de esperar que el entusiasmo del gobierno siga con el adefesio fascista de la Av. 9 de Julio. El autoritarismo de CFK llevó a poner una imagen enorme de la fascista Eva Perón en la avenida principal de una ciudad que nunca fue peronista.
El peronismo, históricamente, saca entre el 20 y el 25 por ciento de votos en la ciudad de Buenos Aires, y sus ciudadanos tienen que convivir con una escultura gigante que tiene todos los vicios del autoritarismo: culto a la imagen, glorificación de una persona a la que muchos, con razón, consideran parte de la decadencia argentina.
El gobierno tiene que tener cuidado con Kicillof, que está en campaña, y gasta muchísimo dinero en cosas que solo sirven para alimentar a su secta. Sus anuncios de crear un instituto de cine provincial o de restablecer jubilaciones de privilegio en el Banco Provincia (en la votación en la Legislatura votaron a favor, junto a los K, los diputados de La Libertad Avanza que están enfrentados con Milei y comprados por el PJ).