Es 14 de noviembre de 2023. Victoria Villarruel todavía no era vicepresidenta, pero estaba a pocas horas de serlo y no lo sabía. Cerca de las 17 de esa tarde partió desde la avenida Santa Fe y Callao, en el barrio porteño de Recoleta, en una caminata que extendió por varias cuadras rodeada de vecinos y militantes.

Los carteles que llevaban en andas solo tenían su nombre. Lo más cercano a Javier Milei en esa peregrinación -política- era la presencia del legislador porteño Ramiro Marra, actualmente caído en desgracia y con el poder -súper- horadado en la Legislatura de la Ciudad por la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei.

La segunda señal en esa línea de divergencias se concretó a pocas horas de la victoria de la fórmula presidencial, cuando en una tarde de calor Villarruel salió del hotel Libertador de la avenida Córdoba y, ante la consulta de la prensa, dijo que no iba a tener injerencia en el Gabinete nacional.

«Solo voy a ser vicepresidenta», lanzó la titular del Senado en la vereda del microcentro de la ciudad de Buenos Aires. Su afirmación generó sorpresa porque Milei la había ungido como responsable de las áreas de Seguridad y Defensa. Ambas carteras terminaron en manos de Patricia Bullrich y Luis Petri, con quien Villarruel mantuvo fuertes cruces en campaña.

Ya en 2024, los dardos de la Casa Rosada hacia Villarruel se incrementaron a medida que la abogada levantaba el perfil. El pico de tensión máximo, al menos en el primer semestre, se dio cuando la vice dijo que Milei era «un jamoncito» entre ella y Karina Milei, durante una entrevista en la que también se desmarcó de la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema.

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