EL MILITANTE SALTA – REDACCIÓN. – Que la decadencia es el símbolo de la época, ya no es noticia; sin embargo, más allá de la caída que la sociedad sufre en todo sentido, existen límites que debieran conservarse, como por ejemplo, el de la femeneidad, el recato y en el caso de mujeres representantes del pueblo, el respeto por el ciudadano.
Un episodio propio de un bar de poca monta, ha ocurrido en la última sesión, cuando una diputada expresara su opinión sobre el padre y ex intendente de otra par, tras lo cual, la última reaccionó en defensa de su progenitor de manera muy altanera, lo cual hasta puede comprenderse.
Pero de allí, a prometer que su par debería “recoger los dientes del piso”, referirse a otra legisladora comparando su expresión facial con la de un animal de granja, hay una distancia que la marca la ética profesional -si profesión se puede llamar a la política-, el decoro y la altura como dama.
No podemos -ni nos interesa- afirmar que la ofendida habría, como se cuenta, protagonizado luego un episodio propio de escolares que se prometen una paliza a la salida. De ser cierto, ya se habría ingresado en el último y más bajo escalón de la condición social. La historia, es verdad, cuenta de retos a duelo por diferencias políticas, pero hombres al fin. De allí a que mujeres se prometan trenzarse como bataclanas de tablas, es una cuestión que ya alcanza límites preocupantes.
Es que no se concibe que quienes dicen representar los intereses de la ciudadanía utilicen el Recinto para dirimir internas particulares, mucho menos, ofendiendo a la familia. ¿Qué clase de legisladoras son estas?
El hecho de que se lleguen a este tipo de desvaríos denuncia la decadencia de la clase política. ¿No existen acaso intereses superiores sobre los cuales discutir? Y luego si, desfigurarse a trompadas si les place en algún baldío. Pero la honorabilidad de la que alguna vez estuvo cubierta la presencia de los legisladores en el Recinto es una categoría que debería preservarse.
El hecho ya ocurrió y mostró con qué bueyes ara el ciudadano. Es de esperar que el hecho sirva para la reflexión de las causantes y como ejemplo para los demás de la gravedad que importa ser legislador, más en tiempos de crisis como los que vive la sociedad.
Porque si quienes han jurado defender la Constitución y cobran generosas dietas que paga el ciudadano se reducen a la calidad de púgiles, mejor sería habilitar un piletón con barro para que se trenzaran.
Sería más divertido y hasta se podría cobrar entrada.